Si alguna vez has sido víctima de una infidelidad, entonces sabes el dolor y la tristeza que se siente al vivir esta horrible experiencia, pero lo que no sabías es que, de acuerdo a los científicos, las probabilidades de volverte a topar con alguien así son muy altas. Y no solo eso, sino que la persona que te fue infiel, también caerá en la misma conducta.
De acuerdo a un estudio publicado por la revista Archives of Sexual Behavior, se investigó a 484 participantes de ambos géneros y sus relaciones románticas. Los investigadores les preguntaron si habían tenido relaciones sexuales con alguien aparte de su pareja; también se les cuestionó si en algún momento habían tenido la sospecha de infidelidad.
Los resultados demostraron que la gente que tuvo deslices en su primera relación, eran tres veces más propensos a engañar en la próxima en comparación a aquellos que se habían mantenido fieles.
Aquellos que tenían el conocimiento de que sus parejas previas los habían engañado, tenían el doble de probabilidades de que sus próximas parejas hicieran exactamente lo mismo. La sospecha también parecía difícil de sacar de su mente, ya que las personas que pensaban eso de sus primeras parejas, tenían cuatro veces más probabilidades de volver a hacerlo en las siguientes relaciones.
Una de las razones detrás de esta lógica de comportamiento podría ser el hecho de que cuando mentimos, nuestro cerebro realmente se acostumbra a ello. Este fue el descubrimiento de un estudio publicado en Nature Neuroscience, que demostraba que decir pequeñas mentiras desensibiliza nuestro cerebro frente a las emociones negativas, lo que nos puede llevar a decir mentiras más grandes en el futuro.
Algo similar ocurre con quien engaña a su pareja. La primera vez que es infiel probablemente se sienta pésimo. Sin embargo, si pasa nuevamente, se va a sentir menos culpable y así sucesivamente. Todo se puede reducir a la biología del cerebro, y lo que la amígdala te está haciendo sentir.
En una entrevista con Elite Daily, el investigador experto en neurociencia de la Universidad de Princeton y coautor de este estudio, Neil Garrett, dijo:
Lo que este y otros estudios sugieren es que el factor primordial que nos impide ser infieles es nuestra reacción emocional, esencialmente lo mal que nos sentimos y el proceso de adaptación reduce esa reacción, permitiendo por lo tanto, engañar más.
Con los infieles enfermizos, podría darse el caso de que inicialmente se sintieron muy mal por engañar, pero lo han hecho tantas veces que se han adaptado a sus formas de vida y simplemente no se sienten mal por seguir siendo infieles.
Otra posibilidad es que ellos nunca se sintieron mal por haber engañado y no necesitaron de una adaptación para que ocurriera, estaban cómodos con su decisión desde el principio.