“No hables con extraños”. Es la frase que nuestros padres nos repitieron durante la infancia para evitar tener interacción con algún desconocido, ya que podría terminar mal. Ahora que somos adultas seguimos poniendo en práctica esa enseñanza: evitamos el contacto visual, nos refugiamos en el teléfono celular o respondemos de manera contarte.
Sin embargo, existe un grupo de personas que al subir al ascensor o viajar en metro charlan con los individuos que están a su alrededor, sin temor o prejuicio alguno, demostrando que son más felices que el resto.
Nicholas Epley y Juliana Schroeder, expertos en comportamiento humano, demostraron que vemos la soledad como una mejor opción que entrar en contacto con personas extrañas, no porque nos guste estar solos sino debido a que solemos creer que otros no quieren hablar con nosotros.
Para llegar a esta conclusión, Nicholas y Juliana pidieron a un grupo de participantes que actuaran de manera normal durante su camino al trabajo, y eso significaba no hablar con desconocidos; asimismo, pidieron también a otro grupo que durante su camino a la oficina hablaran con extraños; mientras que a un grupo final no se le dio ninguna instrucción específica.
La mayoría de los participantes predijo que estarían más felices al sentarse solos y en silencio, pero estaban equivocados. El grupo de personas que conversó con extraños expresó mayores niveles de felicidad, además de tener un viaje más placentero, contrario a quienes evitan cruzar palabra con otros.
Nunca se sabe qué puede pasar cuando empiezas una conversación con una persona nueva: puede encontrar tu mejor amigo o quizá descubrir al amor de tu vida. Recuerda que hablar con extraños es como viajar, te permite conocer culturas, pensamientos, emociones y adquirir experiencias que nunca encontrarás en un libro o la pantalla de tu móvil.