Me atrevo a decir que la mayoría de nosotras hemos experimentado los siguientes síntomas cuando hablamos de nuestro crush: ansiedad esperando un mensaje de vuelta, obsesión por saber cuándo volveremos a ver a ese chico, manos sudorosas y, por supuesto, las famosas mariposas en el estómago.
Tener un crush o una atracción con otra persona no se limita a tus días en secundaria. La ciencia aporta pruebas de que esa emoción descontrolada, y a veces absurda, tiene una razón biológica y seguro podría experimentarla desde un niño hasta a una ancianita de 90 años: la culpa la tienen la química y la física.
Un artículo publicado por Elite Daily explicó lo divertido que puede ser el proceso de enamoramiento, con ayuda de la doctora en neuropsicología clínica Rhonda Freeman.
Lo primero para entender tus reacciones frente a tu crush es que, lo creas o no, este fenómeno es casi como una adicción a una droga, solo que hacia otra persona. Cuando alguien te gusta el estrés y tu sistema de recompensa cerebral se activan.
Estas dos partes del cerebro están asociadas con la simulación, acción y la reproducción de momentos en tu cabeza. Recordar lo que sientes cuando estás con quien te gusta te hace sentir agitada, nerviosa y emocionada.
Los químicos que tu cerebro libera durante un encuentro con tu amor platónico son: norepinefrina, dopamina y opioides endógenos. Pero antes de que comiences a ver a tu crush como un producto adictivo y nocivo para tu salud, debes saber que todo lo que experimentas es completamente normal y que, te guste o no, en algún momento lo dejarás de sentir.
Todo lo que experimentas (los nervios, la ansiedad y la conmoción) está asociado con la “etapa de atracción”; después de ella, y si todo todo resulta bien, continúa la “fase de vínculo”.
No todos los crush son iguales, algunas veces la persona que te gusta no te corresponde, o viceversa, tú no sientes lo mismo por alguien que quiere salir contigo; otro escenario sería que ambos sientan la misma atracción al principio de su amistad, pero con el tiempo las cosas se enfríen y no quede más que el recuerdo de esas maripositas en el estómago.
En el tercer caso, y quizá el mejor de todos, es cuando no solo existe atracción, dopamina y muchos emojis con ojos de corazón, sino cuando además se genera un lazo de cariño, fraternidad y confianza que eventualmente terminará en no más que amor del bueno. Si lo has sentido, seguro también sabes que aunque esa emoción ya no es la misma que al principio, no se compara al sentimiento de seguridad y tranquilidad de estar con alguien que siente lo mismo que tú.