No someternos a un examen del cociente intelectual por considerar que no hay nada sobresaliente en nuestra capacidad de razonamiento no quiere decir que seamos menos inteligentes que otras personas. De hecho, existen señas elementales que hablan de un intelecto destacado sin tener que haber resuelto complicados teoremas o hablar cinco idiomas.
Lo mejor es que estas teorías están avaladas por la ciencia a través de estudios e investigaciones alternos a la forma que tenemos para medir la inteligencia: un test en el cual se evalúan las habilidades cognitivas según la edad del individuo y cuyo resultado se expresa con una calificación del cociente intelectual (CI) basado en las capacidades lógico-matemáticas y lingüísticas de las personas.
Características como la creatividad, ser desordenado, curioso, hablar con uno mismo, tener autocontrol, sentido del humor, disfrutar la soledad, adaptarse a las circunstancias y, además, no estar completamente convencido de ser inteligente, podrían ser señales de una mente brillante.
Ser desordenado podría ser visto como un defecto, pero según un estudio de la Universidad de Minnesota trabajar en un entorno que no tiene exactamente cada cosa en su lugar puede incentivar el pensamiento creativo y las nuevas ideas. Por supuesto que no descalifica un espacio ordenado, pero se pone en evidencia que también un poco de lo contrario puede llevar a cosas buenas.
La creatividad y la curiosidad son consideradas signos de inteligencia. La primera porque requiere un pensamiento flexible, que se adapte a dar nuevas soluciones a viejos problemas, aunque se discute aún si la creatividad deriva de la inteligencia o viceversa. La segunda porque mientras más cosas se deseen conocer más se aprende, y cuanto más se aprende más inteligencia se acumula, según concluyó una investigación de la Goldsmiths University of London.
Disfrutar estar solo e incluso hablar con uno mismo no es una señal de locura, sino todo lo contrario. Así lo demostró un levantamiento de especialistas de la Universidad de Bangor, en el que se concluyó que esto brinda autocontrol a las personas y mejora la concentración y el rendimiento. Y justamente también el autocontrol es un signo de inteligencia al demostrar no ser susceptible a caer en decisiones impulsivas sino analizar las opciones detenidamente.
Tener sentido del humor y una mente abierta a otros puntos de vista acusan agudeza intelectual. Los resultados de un estudio piscológico de la Universidad de Yale mostraron que las personas más inteligentes permanecen abiertas a los puntos de vista de los demás e incluso los escuchan y analizan antes de emitir los propios.
Finalmente, el efecto Dunning-Kruger podría hacer de las suyas. Se trata de una falsa percepción de las capacidades propias que hace que las personas sobrestimen sus habilidades, capacidades y conocimientos, cuando no los tienen y viceversa. Esto causa que los más capaces se infravaloren y los que menos saben crean ser más listos debido a una percepción irreal.
En los últimos tiempos, según el profesor James Flynn de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, aunque el coeficiente intelectual ha registrado un aumento -alrededor de tres puntos por década-, esto solamente podría significar la adaptación de “nuestra antigua maquinaria mental al mundo moderno”, pero esto no nos ha hecho más sabios.