En el mundo moderno, cientos de mujeres y hombres marchan a favor de nuevas ideas y formas de reinventar los estándares de la comunidad femenina, desde los derechos de las niñas que muchas veces no tienen una voz fuerte en sociedad, pero que sí nacen con la obligación de crecer como personas libres y útiles en su entorno.
La joven Olive, de 7 años, es el personaje de una niña tierna, quien en la película Pequeña Miss Sunshine chocó con la realidad de no ser bella a la manera “típica” de las niñas norteamericanas en un concurso de belleza infantil. Lo triste de esa ficción es que es muy parecido a la realidad de cualquier mujer adulta que se enfrenta a su cuerpo frente al espejo todos los días. Así que las mujeres hemos llegado a la decisión de primero cambiar el mundo allá afuera, antes de intentar cambiar nuestro cuerpo.
El problema está allá afuera, no frente al espejo
Nos tocó una generación en la que ser madre y esposa no era suficiente; también era necesario estudiar, tener una carrera, conseguir tus ideales, defender tus pensamientos, sin olvidar lo importante que es bajar esos kilos de más después del parto.
Suena imposible que una chica de 25 años logre tanto en tan poco tiempo, pero es necesario hacerlo, ¿o no? Así que como no somos un fenómeno de 8 tentáculos y dos senos, es primordial preguntarte frente al espejo, como Noah a Allie le preguntaría en Diario de una pasión: “¿¡Qué es lo que quieres?!”.
Y sí, a veces las mujeres queremos ser todo dentro esa “lista de cosas que hacen a una verdadera mujer”, pero también conocemos historias de mujeres que tal vez no saben lo que quieren, pero sí están seguras de lo que no quieren. Tal como Francy Uribe o Emily Bingham, mujeres que no eran ni tan famosas ni tan distintas a tus vecinas del barrio, pero que con toda valentía aceptaron públicamente que no querían tener hijos y esa es la feliz vida de la cual no se arrepienten.
Historias también como la de Emma Watson, quien dejó a un lado su carrera de glamour y éxito para dedicarse al estudio de temas que le apasionan un poco más que interpretar a un personaje tras la cámara. Es así como miles de mujeres se preocupan más por las cosas que más les inspiran en la vida que por aquello que no tienen frente al espejo.
Por eso yo te pregunto: ¿quieres un cuerpo “hermoso” para el verano? ¿Quieres unas piernas “divinas” para presumir con tus faldas? ¿Quieres ser una clase de mujer femenina y sensual, pero sin “perderte el respeto”?
¿Por qué cambiar tu cuerpo, que ya es hermoso, operando todo los “detalles” que hay que arreglar; deshaciéndote de toda esa grasa que “sobra”; depilando diariamente esos vellos que en tus piernas son horribles pero en las de un chico son “divinos”; permitiendo que más de una vez un hombre te “cosifique” por el hecho de traer un vestido que te hace sentir bella e imponente?
Es que es mejor agachar la cabeza y hacerte pequeña, pues no vayas a incomodar casi tanto como tu regla incomoda a un público en televisión que a pesar de ser estar familiarizados con el tema, se ofende si en un comercial de toallas sanitarias, la “sangre” cambia de azul a roja. Pareciera arte de magia pero en la vida real no es así, ese color rojo representa el único tipo de sangre que simboliza vida y no violencia; aun así, mejor no hablemos de sangre, eso incomoda.
Desde que somos chicas estamos acostumbradas a escuchar esos detalles que “hacen” a una señorita de verdad. La feminidad puede ser confundida con deseos de agradar al hombre, cuando para la mujer no es más que un regalo de su sexo.
Pero al igual que una chica inteligente debe saber apreciar cada parte delicada, sensible, volátil, e incluso sensual de su cuerpo, es también su responsabilidad amar cada una de las partes que conforman su identidad femenina. Por eso se necesitan más mujeres cambiando al mundo que cambiando su cuerpo.