Algún día mi padre me dijo: “Hija, tendrás una carrera para que no dependas de nadie y para que, si alguien no te da lo que mereces, le des una patada en el trasero y lo mandes de puntitas a bailar”.
Esas palabras que en su momento parecieron no tener ningún eco, marcaron mi vida para siempre. Pronto comprendí que -aunque todavía existen- somos la mayoría de las mujeres que no buscamos un hombre que nos mantenga o nos llene de lujos, sino un compañero, un hombre que camine a nuestro lado, que nos apoye y nos haga sentir especiales.
¿Regalos? ¿Dinero? No, tú encárgate de los detalles, que los regalos me los compro yo. No soy de las que espera una vida de lujo, ni que me caiga del cielo un millonario que me cambie la vida como a María la del Barrio. No creo en las telenovelas; creo en los detalles que conquistan cada día, soy de ese grupo de mujeres que se les conquista a la antigua.
¿Cómo? Con flores, con chocolates, con cartas escritas a puño y letra, con besos o a veces con peluches. Soy de esas que esperan a que el chico se asome por la ventana para decirte cuánto te quiere, porque un hombre así vale más que todos los millonarios del mundo.
No me ando con medias tintas o rodeos, sé perfectamente lo que quiero y por eso busco un hombre que también lo sepa, un hombre que se arriesgue, que no tenga miedo, que valore lo que tiene enfrente y que esté dispuesto a ir conmigo a la aventura.
Lo sé, suena complicado, pero ¿para qué necesito a mi lado al chico guapo que se da aires de grandeza o al chico rico que está acostumbrado a tenerlo todo? Prefiero a alguien que no lo tenga todo pero esté dispuesto a luchar cada día por alcanzarlo, incluyendo el amor.
Las mujeres de hoy necesitamos hombres, en toda la extensión de la palabra. No de esos que te suben al pedestal los primeros seis meses y los seis siguientes te dejan caer desde lo más alto; busco un hombre que vea la vida como la veo yo, que no caiga en la rutina, que esté dispuesto a jugársela en situaciones difíciles, que no se de por vencido, que sea mío y yo de él sin que ninguno de los dos tengamos que perder nuestra libertad.
Busco alguien que pinte una sonrisa cada mañana, alguien que me haga pensar que no hay nada más que buscar porque todo lo tiene.
A mi no me enamoran queriéndome impresionar. Necesito un hombre que me conquiste un día sí y el otro también, porque entiendo que no hay en realidad un amor que venga con sello de garantía, por eso hay que invertir en el corazón, en un desayuno sorpresa, en una palabra de aliento, en un “¿qué tal va tu día?”, que al final terminan convirtiéndose en grandes detalles.
No busco un ser perfecto porque tampoco lo soy. Busco un ser perfectible porque también lo puedo ser, alguien que se olvide del pasado, que no viva demasiado en el futuro y que permanezca a mi lado para poder ahuyentar los fantasmas de mis sueños.
Quiero un hombre imperfecto, pero mío, alguien que haga del amor una obra de arte, alguien que jamás me sienta segura, que acepte mi independencia, mi libertad, mi manera de vivir, mis cambios y que me ayude a crecer, porque eso es lo que estoy dispuesta a entregar.
Los regalos me los hago yo. Busco a mi lado un hombre que me conquiste con flores, música y poesía. Que se sienta seguro que no miraré a nadie más porque todo lo encuentro a su lado. Alguien que se sienta orgulloso de tomarme de la mano y que nunca olvide que soy una mujer de detalles. Alguien que tema perderme, pero luche por tenerme y que aún teniéndome siga conquistándome cada día.