Cuando somos jóvenes, es muy natural que creamos que las cosas son fáciles y divertidas. A medida que crecemos, la vida nos enseña que nada es para siempre y que lo mejor que podemos hacer es vivir aquí y ahora con nuestros seres queridos antes de que cualquier otra cosa suceda.
Si te identificas con lo anterior y ya has perdido a un ser querido, deja de lamentarte, pues esos seres maravillosos que en vida nos dieron tanto, ahora son ángeles que nos protegen, por lo que debemos agradecer y sentirnos bendecidas por haber formado parte de su vida. Esta carta es para todas esas personas que nos amaron cuando estuvieron a nuestro lado y que ahora nos cuidan desde el cielo. Esta casta es para ti, mi ángel de la guardia, a quien jamás dejaré de extrañar.
Para ti, mi ángel
Después de aceptar que ya te habías ido, de mirar todos esos recuerdos que me dejaste y que hoy atesoro como nunca, ahora que ya las lágrimas desaparecieron y comienzo a divertirme como antes, necesito escribirte para que sepas una sola cosa: te extraño. Miro nuestras fotos y sé que jamás volveré a sentirme como cuando estabas aquí, cuando yo era muy amada. Sin embargo, sé que me miras todos los días, que me cuidas y me proteges desde allá arriba, donde sé que te sientes mejor, eres feliz y donde todo es paz y tranquilidad. Así que sólo por eso, he decidido seguir adelante con mi vida sin derrotarme o sentarme a llorar, porque es difícil ahora que te has ido, sin embargo, pensar que estás en un lugar mejor es mi consuelo.
Por otro lado, las cosas aquí no han cambiado demasiado. Vivo en el mismo lugar, todo parece igual, pero por alguna razón siento que jamás será como antes, porque en todo lo que hago, en todo lo que digo y en cada uno de mis movimientos, siento que estás aquí. Por alguna razón, las tareas cotidianas más simples me recuerdan a ti, así que platico contigo todo el día, largo y tendido como cuando nos teníamos el uno al otro. Ahora que eres mi ángel sé que es correcto hablarte, que me escuches y que me acompañes a todas partes, pero aún necesito verte, tocarte y sentir un abrazo tuyo.
Sé que no debo renegar de la vida, que las cosas tienen su propio camino y no debo cuestionar al destino, pero me molesta haberte perdido, porque no importa si era el momento o no, yo simplemente jamás habría estado preparada para dejarte ir, para nunca más verte, cuando eras parte de mi mundo, y dentro de mi mundo las personas favoritas deben quedarse para siempre. Aún me quedaba mucho por aprender de ti, de tus pláticas, de tu sabiduría, y sobre todo de tu gran corazón, aquel que un día dejó de latir, pero que en vida me llenó de cariño y mucha alegría.
Aunque te extraño, aunque me molesta haberte perdido, y aunque nunca estaré contenta con haber visto partir, sé que debo ser fuerte. Tu me enseñaste a nunca rendirme y ni dejar de sonreír. Así que aunque me haya faltado tiempo de disfrutar tu increíble compañía, no me arrepiento de cómo pasaron las cosas.
Por eso desde acá, desde nuestro lugar secreto, te mando todos los abrazos que no alcancé darte, porque aunque fueron muchos, tal vez jamás serían suficientes. Te mando mis sonrisas y todas mis alegrías, todo lo hermoso que poco a poco voy conociendo de la vida, todo lo que llena mi corazón de buenos deseos. Yo nunca te olvidaré, por eso puedes tener la certeza de que siempre estarás en mi corazón.
Te extrañaré en los domingos de familia y todas las navidades, te necesitaré el día de mi boda y cuando me entere de que seré madre, esos días estoy segura que te extrañaré más que nunca, porque incluso en los días más normales y cotidianos ya te extraño tanto. Fuiste y serás por siempre un modelo a seguir, así que gracias por darme tanto y perdón si yo te dí tan poco. Te estaré esperando feliz hasta el día que la vida nos vuelva a unir. Seremos amigos por siempre, te lo prometo. Con amor, quien más te extraña y adora en este mundo”.