Las cicatrices son un testimonio de las heridas que algún día estuvieron ahí, son una prueba de supervivencia. No me refiero a aquellas que llevamos como una marca física, sino a esas emocional y mentalmente grabadas en la piel como un bordado de recuerdos fragmentados y momentos que apenas podemos recordar. Son como medallas de honor y deshonor, para siempre.
Pues bien, habrá un momento en la vida en que sufras una herida como ninguna otra, que arrasa con todo a su paso. Ese día tu corazón y tu ser quedarán hechos añicos, sin la esperanza de que un día vuelvan a juntarse las piezas. Será el día en que pierdas a tu madre.
La pérdida de alguien tan importante, que durante tu vida te inspiró y te influyó, es una experiencia que ningún libro de texto o novela podrían ayudarte a comprender. Conforme el tiempo pase lograrás cruzar ese puente de dolor que te dejó su partida, descubrirás la manera de sobrevivir y aprenderás lecciones de vida como estas.
1. El mundo no se detiene por ti
Habrá días en los que aún te sientas derrotada, pero la vida no es como un videojuego en el que puedes hacer pausa en cierto momento o tener un número infinito de vidas. Sólo tienes una, y el mundo sigue adelante, a pesar de que tú sientas que el tuyo se ha detenido. La única manera de curarte es seguir adelante y mantenerte en movimiento.
2. Tus problemas no siempre estarán en la mente de las personas
Cuando estés luchando tus propias batallas internas, parecerá irreal que nadie más note la tormenta que llevas dentro de ti. Sentirás como si estuvieras gritando a través de los barrotes de la vida, pero aún así, nadie te escucha.
Cuando enfrentes la dura experiencia de perder a tu madre –y sabemos que habrá otras pérdidas igualmente terribles para ti– aprenderás que la gente va a seguir adelante. La simpatía es fugaz cuando no eres tú el que tiene un ala rota, y eso es parte de la vida humana.
3. El amor no conoce fronteras
Tal vez ahora temas alejarte de las personas que amas, pues sabes que la distancia es un obstáculo para cualquier relación, y que de alguna manera el no estar cerca físicamente podría desvanecer los sentimientos. Pero el amor –el incondicional– no conoce fronteras. Nunca se perderá, no importa la distancia ni el tiempo.
Cuando tu madre ya no esté contigo, te darás cuenta de que el amor que sientes por ella permanece aún sin su presencia.
4. Aunque la gente no puede ser reemplazada, encontrarás paz
Intentar justificar la muerte puede mantenerte en un ciclo del que es difícil salir. Ninguna cantidad de ruegos, enojo, llanto y dolor podrán darle solución a lo mal que te sientes. Tu madre –y cualquier otra persona a quien ames– no podrá ser remplazada. Recuperarte de su pérdida puede llevarte años de tu vida; sin embargo, poco a poco irás encontrando la paz dentro de ti.
5. Hay fuerza en la percepción: cambiarla te sacará adelante
Podrás pasar años preguntándote por qué el mundo te eligió a ti para cargar con esa desgracia, o puedes levantar la cabeza y ver el dolor a tu alrededor. Alguien más podría estar dispuesto a darlo todo por tener las cosas buenas que tú pasas por alto de tu propia vida.
Cuando la tristeza y la desesperación te quieran encerrar, redirige tus pensamientos hacia otro lugar, hacia otra situación. Una perspectiva diferente hará que estés cada vez más cerca de la reconciliación.
6. Hay que agradecer las cosas que te da la vida
Las personas más felices son aquellas que valoran lo que tienen y consiguen enfocarse en eso en lugar de lamentarse por lo que les falta. ¿Cómopuedes apreciar lo bueno sin lo malo? Si has perdido a un ser querido, toma un momento para apreciar todo lo que todavía está contigo, sin importar cuán grande o pequeño sea.
7. Todavía tienes el control sobre tu vida
Entender que tú tienes el control sobre tus emociones y tus actos es el primer paso para la superación de cualquier obstáculo. Tal vez no puedas cambiar todo lo que te pasa en la vida, pero puedes cambiar tu manera de reaccionar y comportarte en situaciones difíciles. La dirección que tomes, después de la muerte de tu madre, sólo tú podrás elegirla.
8. La adversidad no es un pretexto para rendirte
Ante la perdida de un ser querido, aprenderás que lo único que te queda es concentrarte en tus motivaciones, sueños y metas. Esto no sólo te ayudará a seguir adelante y a no quedarte anclada en el pasado, sino también a purificar tus pensamientos.
Al final, cuando superes todas las pruebas que la vida te pone, podrás mirar hacia atrás para ver la fuerza en tu dolor. Rara vez se puede recuperar lo perdido, pero aún te quedará mucho qué ganar.
9. Nunca es realmente un adiós, sino un hasta luego
En tu corazón sabrás que tu madre nunca se irá, incluso cuando hayas envejecido. De algún modo, ella siempre estará ahí. Así que no será un adiós, sino un hasta luego; hasta la próxima vez.