A veces damos tantas cosas por sentado: la familia, los amigos, la pareja, los lugares, la comida, las cosas. Sin embargo, la ruleta de la vida puede probarnos en cualquier momento, especialmente cuando los azares del destino te llevan a otras latitudes.
Es en la distancia cuando das justo valor a muchas de las cosas que durante mucho tiempo tuviste, pero que quizá no valoraste en su medida.
La distancia te enseña que una taza de café nunca es solo eso cuando tienes con quien compartirla; la distancia te enseña que al destapar una cerveza es mejor tener con quien brindar por esos grandiosos momentos. Es echar de menos pequeños detalles y anécdotas que estando cerca de los tuyos jamás te darías cuenta que te hacían falta.
La distancia permite conocer a qué saben los abrazos de bienvenida, cálidos como ninguno, y hacer que ese sabor se convierta en tu favorito, mientras que las despedidas se convierten en los momentos más amargos que jamás alguien haya probado.
La distancia es empacar en una maleta toda una vida llena de recuerdos y marcharse. Y cuando empiezas a ser consciente de la decisión que tomaste, sabes que no tienes otra opción más que seguir adelante, porque asumes las consecuencias de alejarte.
Y la distancia es eso, es arriesgarse, es tener valor, es jugársela sin estar seguro nunca. Partir es morir un poco y morir es partir para siempre, porque la distancia mantendrá tu corazón siempre dividido en dos sitios y muchas veces significará una lucha interior entre tus sueños y tus sentimientos.
Las distancias son las sorpresas y los detalles que bien valen todo el oro del mundo. Son las notas de voz eternas, la diferencia horaria, los cumpleaños por Skype y los mil ” te extraño”. La distancia es asumir que eres la amiga y la hermana que nunca está en los momentos más especiales, aunque en realidad siempre estés en su corazón.
La distancia es poder comprender a plenitud los avances en materia de comunicación, especialmente en esos momentos que lo único que quisieras es teletransportarte a tu hogar, incluso más que cuando eras pequeña.
La distancia es aprender a ser independiente, a resolver los problemas sola, porque hay días buenos y días malos, pero también hay días en que simplemente quisieras dejarlo todo y volver por un apapacho. La distancia es necesitar a tus seres amados 366 de los 365 días del año, es sentir cómo se te parte el corazón cada vez que atraviesan por un mal momento y no puedes estar ahí para abrazarlos.
La distancia es extrañar tantos olores y sabores que jamás podrán ser remplazados con la comida de restaurante más caro del mundo. Porque la sazón de tu mamá, de tu abuela o de la fondita de la esquina, te perseguirá a donde quiera que vayas, incluso en los sueños. Si te encuentras lejos, continúa siendo tan valiente como hasta ahora, porque todo tu esfuerzo tendrá su recompensa.