Las chicas que nacimos como hermanas mayores siempre somos vistas como el ejemplo a seguir de nuestros hermanos menores, gracias a que hemos apreciado más cosas de la vida y nos hemos tenido que adaptar a los grandes cambios de compartir todo con los más pequeños. Nosotros nunca podremos admitirlo, pero al ser primogénitas tenemos que pasar por una gran prueba de paciencia y humildad.
Todo esto nos prepara para hacer frente a la vida y definitivamente nos hace darnos cuenta de lo que llegaremos a ser en la vida. Nosotros siempre estaremos ahí para nuestros hermanos más pequeños y definitivamente no seríamos lo mismo si ellos no existieran en nuestro mundo. Estas son las 7 lecciones que aprendemos cuando somos las hermanas mayores.
1. Aprendimos por las malas que la vida no siempre es justa y que tenemos que ser humildes
Tomar la culpa y la responsabilidad de todo te hizo más humilde en tu vida adulta. No importa si de pequeños tu hermano comenzaba la pelea, a los ojos de tus padres tú eras la mayor y tenías que comportarte mejor que los demás. Era una situación realmente frustrante, pero te enseñó que la vida no es justa. De cualquier manera aprendiste que vale la pena luchar por ti misma y seguir adelante.
2. Ser la mayor nos enseñó que cuando otros necesitan ayuda, siempre estaremos a un paso adelante para ayudarlos
Tú eras la persona en la que tus padres confiaban para cuidar de tus hermanos pequeños. Eras la primera en intervenir cuando necesitaban convencer a sus padres de que en realidad necesitaban un cachorro. Al fin de cuentas ya habías vivido un poco más y sabías cómo convencer a tus padres. Todas esas habilidades de “liderazgo” te han ayudado en la vida para tener una mayor confianza.
3. Ganar la confianza de nuestros padres nos enseña que la responsabilidad no se gana; se da
Posiblemente tus hermanos se quejaron de la idea de que llegaras a casa hasta las 10:30 p.m y ellos a las 8 p.m, pero la confianza mutua y el entendimiento fueron una carrera larga entre tus padres y tú. Eres la primera en pasar de ser una niña a ser adulto, esto hace que la confianza que ellos tienen en ti aumente considerablemente.
4. Que nuestros hermanos recurrieran a nosotros nos enseñó a ganarnos la confianza de otros
Por lo menos varias veces tus hermanos te pidieron que no los delataras cuando habían hecho algo malo o simplemente llegaban a ti pidiendo un consejo. Todo esto te enseñó que si las personas te brindan su confianza no puedes traicionarla. Podrán torturarnos mil veces pero siempre guardaremos un secreto si así no lo piden.
5. Aprendiste que las cosas pequeñas no tienen importancia
Intercambiar o prestar tu ropa y tus pertenencias te enseñaron que las cosas pequeñas no tienen una verdadera importancia. Tú realmente eres generosa y sabes que compartir no te hará perder tus procesiones más valiosas; al contrario, ganarás una mayor cantidad de satisfacciones.
6. Ser la hermana mayor te enseñó a que eres más capaz de lo que suponías
Las hermanas mayores casi nunca recibimos el mérito por las cosas que hacemos. Fuimos las primeras en poner a prueba las habilidades de crianza de nuestros padres. Fuimos las primeras en aprender cómo funciona el mundo. Debido a eso aprendimos que somos más capaces de lo que creemos y lo que hacemos para lograrlo.
7. Por último, tener hermanos pequeños nos enseñó que realmente nunca dejamos la casa, porque ellos siempre estarán ahí para nosotros
Los recuerdos familiares, las fotografías y todo lo demás que viviste a su lado realmente nunca se desvanece, tus hermanos siempre se mantienen en tu corazón sin importar la distancia. Las chicas mayores podemos caminar en esta tierra con la confianza de que jamás olvidaremos quienes somos, porque nuestros hermanos menores (mentalmente o físicamente) siempre estarán ahí para recordarnos quienes somos.