No importa dónde te encuentres, papá; siempre estarás muy cerca de mí. Esta carta es para ti, el mejor papá del universo. Quiero decirte que aun después de tu partida, tu recuerdo sigue más vivo que nunca. Estás dentro de mis pensamientos, mis sueños y mis anhelos.
Con estas letras quisiera agradecerte lo que hiciste por mí, pero son tantas que no puedo ordenar ni una sola frase. Me gustaría tenerte cerca, tocarte y abrazarte aunque fuera solo por un instante; escuchar tu risa, tus consejos; quisiera volver a sentarme en tus piernas, como hacía cuando era pequeña y que me contaras una de tus tantas aventuras.
Te extraño, es inevitable hacerlo. No puedo dejar de recordar cómo eras, lo que fuiste como padre y como amigo; siempre supe que ocupabas un lugar importante en mi vida, pero hoy más que nunca me doy cuenta de que fuiste una de las mejores personas que han subido a ese tren que hoy continúa su camino sin ti.
Quisiera contarte todo lo que he vivido estos meses, mis tristezas y mis alegrías, mis triunfos y mis caídas, y poder escuchar esas palabras mágicas que siempre me decías: “cuando una ventana se cierra, una puerta se abre. No dejes que nadie robe tus sueños, hijita mía. Estoy orgulloso de ti”.
Cada camino que transito me recuerda a ti, padre, al escuchar el canto de los pájaros, al saborear esa sopa que tanto te gustaba. Cómo me gustaría que esta mañana pudieras decirme: “vamos a caminar, tengo algo que mostrarte”, y vivir una de esas tantas aventuras.
No me importaría solo verte, aunque no pudieras decir ni una palabra; con estar a tu lado bastaría. Tocar tus manos, decirte lo atractivo que sigues siendo a pesar de los años. No soy la única que te extraña y me da gusto saber que no solo fuiste un buen padre: también supiste ser un amigo, un gran compañero y un excelente ser humano.
Aún queda un vacío entre nosotros, aún se siente tu ausencia; no te olvido y jamás podría porque has sido el mejor padre del mundo. Un hombre que supo dejar huella en muchos corazones, un ser humano que tampoco nació sabiendo ser padre, pero que se convirtió en un maestro.
Gracias por los juegos, las risas, las lágrimas, gracias por cada momento… por estar a mi lado; por tantas enseñanzas, por guiarme en el camino, por darme las lecciones más grandes de mi vida; tú me enseñaste a amar y a vivir. Te extrañaré siempre, pero sé que ahora te encuentras en un mejor lugar y, aunque no pueda verte ni tocarte, sigues estando muy cerca de mí.
Hasta nuestro nuevo encuentro, papá.