Un niño busca explorar el mundo que lo rodea para conocerlo y entenderlo, aunque en ocasiones hay personas que tratan de reprimirlo y con ello menguan sus iniciativas.
Muchos quisieran que los pequeños estuvieran quietos todo el tiempo (jugado en la tableta o viendo programas de televisión), pero expertos en psicología, como Raquel Aldana, afirman que “un niño sano es espontáneo, ruidoso, inquieto, emotivo y colorido”, por lo que recomiendan que no se le impida jugar, ya que el juego le atrae beneficios como:
- Regular su estado de ánimo y ansiedad.
- Tener mayor atención, aprendizaje y memoria.
- Favorecer la calma, el bienestar y la felicidad.
- Magnificar su motivación física.
- Echar a andar su imaginación y creatividad.
Cualquier pequeño desea estar en movimiento y tocar todo lo que se le cruce a su paso. Si se le obliga a callar, a no llorar o a no moverse de la silla, se convertirá en un niño temeroso, un niño no feliz.
Actualmente existe una tendencia llamada niñofobia que está creciendo en el mundo. Consiste en prohibir la presencia de niños (ni siquiera acompañados de sus padres) en lugares de ocio. Estados Unidos comenzó a tomar esta medida en bares, restaurantes y cines; Reino Unido hizo lo propio. De un tiempo para acá, en los hoteles es cada vez más frecuente que no se permita la estancia a menores que puedan molestar a otros con su llanto o juegos e, inclusive, compañías aéreas también se están sumando a la causa.
Un caso fue el que le ocurrió a la cantante canadiense Sarah Blackwood, quien estaba en un avión que viajaba de San Francisco rumbo a Vancouver, con su hijo de casi dos años. El menor comenzó a llorar y de inmediato llegó la azafata a advertirle que si no calmaba a su hijo tendría que bajar del avión porque los pasajeros a bordo se estaban quejando.
La artista dio a conocer el hecho y pidió a la sociedad que reflexionara sobre la poca paciencia que se les está teniendo a los niños actualmente.
Como en todo tema, hay posturas en favor y en contra. Quienes no están de acuerdo hablan de que estas medidas son discriminatorias hacia los pequeños y que hablan de la poca tolerancia de la sociedad; los que están en favor señalan que no están dispuestos a sacrificar su tiempo libre aguantando las travesuras de los hijos ajenos y que no quieren tener a niños gritando y saltando cerca.