Ben Carpenter es un hombre por el que deberíamos festejar muy especialmente este Día del Padre. Se trata de un inglés de 35 años, soltero y sin pareja, que ha adoptado recientemente a su quinto hijo y, como los demás, se trata de un niño con discapacidad.
Como un superpapá definen familiares y amigos a Ben, quien a los 21 años decidió que quería adoptar; hoy, 10 años después, ha concluido los trámites para incorporar a Noah, su quinto hijo a la familia, y no descarta adoptar más.
Este papá especial, en cuyos planes a corto plazo no está una relación de pareja, trabaja en una escuela para niños y adultos con discapacidad y fue ahí donde supo que “lo correcto para mí era adoptar a un nene con discapacidad, ya que podría cuidar de él adecuadamente”, señala.
Jack, con autismo; Ruby, con síndrome de Pierre Robin y uso limitado de sus brazos debido a la falta de huesos; Lily, con sordera, y Joseph, con síndrome de Down, son los ahora hermanos de Noah, quien padece una afección genética conocida como síndrome de Cornelia de Lange.
Carpenter sabe que no tiene impedimentos físicos para ser padre de forma biológica, pero se eligió la opción de adoptar: “puede que ellos no tengan la misma sangre, pero a quién le importa”, ha dicho.