¿Por qué sentimos que triunfan más las hijas de la tostada que nosotras mismas? No es que tengan más suerte que el resto de los mortales, lo que ocurre es que la actitud de estas angelitas de Dios es mucho más decidida que la del resto de las personas. Cuando quieren algo, simplemente lo cogen; solo les importa el fin y los medios que deban emplear no importan en absoluto. Ven a las personas como meros instrumentos para lograr lo que ellas quieren y a costa de lo que sea. Y claro, así cualquiera. Por supuesto que como en los perros hay razas, aquí también hay clases, existe un espectro muy amplio. En su vocabulario existen 3 pronombres que son muy utilizados: yo, mí y mío. Lo demás cuenta poco o nada.
Es que prefiero evitar los problemas… sí, a nadie nos gusta ser parte de un conflicto. Pero una cosa es que seamos personas pacíficas y otra que nos dejemos pisotear y nos quedemos calladas cuando alguien quiere pasarnos por encima. Por supuesto, muchos aplauden el alto grado de serenidad de personajes como Gandhi; no había nada que pudiera sacarlos de su paz interior. Y eso está muy bien. Ser impermeable ante el mal comentario o la mala vibra de otros. Hasta ahí no hay problema.
Muchas de nosotras estamos aún tan doblegadas por los estereotipos convencionales de cómo la mujer debe ser –desinteresada, amable, entregada a otros, tranquila, solidaria y hasta sumisa–; una buena chica, esencialmente. Si nos insultan ponemos la otra mejilla y no decimos nada. Encontramos difícil competir o pedir aumento de sueldo porque no estamos seguras de merecerlo. Se supone que no debemos gritar o enfadarnos frente a las injusticias que afrontamos como mujeres. Nos convertimos en la chica mala cuando queremos más, cuando no estamos preparadas a hacer lo que tenemos que hacer y cuando ser escuchada es más importante que ser linda. Ese es un sentimiento liberador. Por supuesto, hay una diferencia enorme entre la hija de la tostada “fuerte” de la que estoy escribiendo, la mujer que felizmente se burla de los estereotipos convencionales femeninos, y la hija de la tostada “débil”, cuya personalidad procede de la vulnerabilidad y que manipula a otros para sentirse más fuerte.
“Una buena chica conoce sus límites, una mujer inteligente sabe que no tiene ninguno” (Marylin Monroe)
Para ser una hija de la tostada hay que ser inteligente, con más ingenio e ironía que sarcasmo, porque incluso puede resultar más sutil y exitoso que el insulto. Sonará muy romántico, pero podemos ser una hija de la tostada fuerte si potenciamos nuestras virtudes humanas, procuramos no hacer a los demás lo que no deseamos que nos hagan a nosotros; no es que no tengamos tanta suerte, sino que pagamos el precio del esfuerzo honesto por lograr nuestras metas. Cada lección nos ofrece una enseñanza con su oportunidad de crecimiento y depende de cada una de nosotras seguir recto nuestro camino o dejarnos vencer por el lado oscuro y volvernos otra hija de la tostada cualquiera o una tonta sin confianza.
“El éxito a menudo lo logran aquellos que no saben que el fracaso es inevitable” (Coco Chanel)
Por muy infeliz, engañada, desanimada, derrotada, frustrada o furiosa que puedas sentirte en ocasiones, y de forma transitoria te sientas tentada a pensar que no te queda más remedio que ser una hija de la tostada sin escrúpulos para triunfar en esta sociedad ignorante y materialista, quien te escribe te garantiza que hay tantas razones maravillosas en la vida para ser honesta como estrellas en el firmamento y que la luz siempre acabará brillando si abres tu mente y tu corazón.
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