Por alguna extraña razón, los seres humanos estamos acostumbrados a conformarnos con poco, cuando realmente merecemos todo.
Nos conformamos con poco amor, porque preferimos eso a nada; nos conformamos con poco dinero porque es mejor eso a no tener ni un peso en la bolsa; aceptamos las migajas de la vida cuando hay un banquete con el que nos podemos saciar.
Cuando una mujer entiendo lo que merece, nada ni nadie será capaz de detenerla. Nadie será capaz de decirle qué hacer, pues ella lo sabe perfectamente. Cuando se da cuenta de su valor y de que merece mucho más de lo que creía, se enciende en ella un motor que la impulsará a vivir todo aquello a lo que un día renunció, sólo por no entender que era lo que merecía. Es como si alguien le hubiera abierto los ojos y le hubiera dado un empujoncito para que tuviera claro qué es lo que deseaba y comenzará a, por fin, cumplir sus sueños.
Cuando una mujer sabe qué es lo que quiere, no necesita ir por el mundo preguntando qué debe hacer para ser feliz; ella simplemente lo hace. No pide permiso ni se preocupa por el qué dirán, ella sólo es quien realmente es. No se cuestiona a sí misma sobre cada cosa que ocurre en su vida, pues está segura de lo que quiere y es sensata sobre cada paso que da en su camino, sobre todo aquellos que la llevan hacia sus objetivos.
Cuando una mujer conoce su valor, sabe que hay personas que no merecen estar en su vida y comienzan a deshacerse de todo aquello que les hace daño. Entonces, comienzan a valor su soledad, su tiempo y quitan de su menta la idea de que estar con alguien es mejor que estar sola. Saben que nunca estarán solas pues tienen su propia compañía. Esa mujer ahora es consciente de lo que quiere en una relación y lo que no, lo que permitirá en su vida y lo que no. A partir de entonces las personas que entren en su vida serán especiales, por el siempre hecho de que ella sabe que valen la pena y merecen estar en su vida.
Cuando una mujer descubre su verdadero valor, comienza a vivir y a disfrutar la vida al máximo, sin importarle lo que los demás piensen u oponen, porque eso es lo que menos importa. Si alguien la llama inmadura, o hace juicio alguno sobre ella, es algo que ya no la agobia. Ríe con ganas, llora con fuerza, muestra sus emociones y se permite disfrutar de todos y cada uno de sus sentimientos. Tiene el coraje para enfrentar sus problemas, sea una persona que la quiere dañar o sea una situación que la está deteniendo. Ahora sabe lo que vale y sabe que nadie la puede detener.
Cuando una mujer sabe lo que vale ya no hay espacio para las inseguridades. Los estereotipos no le afectan ni se siente menos que otras mujeres. Se acepta como es, con su belleza, con sus virtudes y con sus defectos, sabe que cada mujer es única y cada mujer es hermosa a su manera. No necesita escuchar lo linda que es, o lo bien que se ve cada día, aunque claro, le encanta que se lo hagan saber. Agradece los cumplidos pero sólo porque sabe que se los merece.
Una mujer que conoce su verdadero valor no tiene frenos, preocupaciones, inseguridades, envidias o cualquier cosa negativa que se interponga en su camino. Ella sabe que tiene poder y lo siente, se ama a sí misma y enfrenta la vida con la cabeza en alto.
Esa mujer que ahora conoce su valor, nunca volverá a ser igual. Ahora ha aprendido que sólo de ella depende su felicidad. Ahora vive sin esperar nada de los demás, pues todo lo puede lograr por ella misma. Ahora es feliz. Ahora se ama a sí misma como nunca y como a nadie.