Todos alguna vez hemos escuchado hablar de los ‘amigos con derecho’. Esas relaciones de pareja a las que no se les otorga el título de ‘novios’, ni algún otro tipo de compromiso más allá de pasar un buen rato y seguir con la vida cotidiana. No hay fechas especiales, no hay citas románticas, ni mensajes de amor. Algo así como lo que vimos con Mila Kunis y Justin Timberlake en la película Amigos con beneficios.
Algunas personas aseguran nunca poder mantener una relación así, mientras que otras no tienen ningún problema con ello. Yo era de las primeras. No podía entender la idea de tener una relación con otra persona sin mezclar sentimientos. Hasta que lo conocí a él.
Lo conocí por casualidad. Estuvimos saliendo durante algunos meses y desde un principio las cosas estaban claras: éramos amigos con derechos. Él no quería tener una relación formal, pero le encantaba pasar tiempo conmigo –o al menos eso me decía–. Yo tampoco quería nada serio, no me sentía preparada, y estaba en una etapa de mi vida en la que amaba la libertad que te ofrece la soltería.
Ambos estábamos de acuerdo en que a pesar de no tener un compromiso, ninguno mantendría relaciones con nadie más que nosotros. Esos meses fueron increíbles. A pesar de no tener una relación llena de romanticismo como todas, cuando estábamos juntos me hacía sentir feliz. Sentía que nada nos hacía falta. Por lo menos a mí.
El último día que estuvimos juntos le pregunté: ¿has estado con alguien más? Él respondió que no. Eso me puso feliz, pues yo tampoco había estado con nadie más. Sin embargo, ese fue el último día que lo vi.
No volvió a llamar; no volvió a escribir. Desapareció de mi vida así como llegó. Después de un tiempo me enteré que tenía novia. En ese momento mi vida se vino abajo. Me quería morir. ¿Qué tenía ella que no tuviera yo? ¿En qué fallé? ¿Por qué no fui lo suficiente para él? Nunca se porto frío conmigo, era cariñoso. Incluso parecíamos novios, pero no lo éramos.
No sabía por qué me dolía tanto el saber que él ya tenía novia si al fin de cuentas sólo eramos amigos. Hasta que lo entendí. Me enamoré de mi amigo con derechos, y lo peor, me rompió el corazón.
Después de no saber de él en mucho tiempo, lo volví a ver. Salí con mi mejor amiga a tomar unos tragos. Estábamos platicando cuando de repente lo veo a lo lejos. Él estaba con un amigo que teníamos en común. Mi corazón se detuvo por un instante. No podía creer que estuviera ahí. Le dije a mi amiga que me acercaría a saludarlo cuando de pronto vi que iba con su novia. Sentí cómo un hueco se formaba en mi corazón. No quise ver cómo era ella. Ni siquiera sé si era bonita o si era mejor que yo. Sólo pude ver una cosa: cómo la miraba. La miraba de una forma en la que a mí nunca me miró: con ojos de amor.
Las personas no podemos evitar ser dañadas, pero sí podemos elegir a quién le otorgamos la oportunidad de poder dañarnos. Yo se la dí a él, y me lastimó de una forma inexplicable.
No todas las historias terminan con un final feliz. En la vida real, hay historias que terminan en una pesadilla. Así me paso a mí.