Me dedicaste canciones que no son de mi gusto; otras tantas las cantaste e incluso me escribiste un par de ellas. Charlábamos en cada silencio de nuestras vidas; enviabas mensajes de texto al despertar; por la tarde solamente para conversar y por la noche justo antes de dormir. Los regalos materiales nunca fueron lo tuyo, sin embargo, te esforzaste. De tu voz guardo el eco de cada te amo… sabías pronunciarlo en el momento necesario.
Tengo que admitir que no eras alguien a quien esperaba. Me tomaste por sorpresa y, en un instante, derrumbaste de mi mente ese desdén por el amor. Parecías entender lo que sentía, lo que pensaba, lo que quería y, sobre todo, lo que necesitaba. Entonces me enamoré.
Eliminaste mis dudas, apagaste mis miedos e inseguridades; no lo pensé más, no había que hacerlo. Concentré cada parte de mí agradeciendo por esos momentos, agradeciendo por ti, por tenerte frente a mí cuando no te sentí. Compartimos nuestros sueños y decidimos crear uno nuevo donde encajábamos perfecto y nos prometimos hacerlo realidad. No voy a negarlo, me hiciste tocar el cielo, añorar tu regreso con cada despedida y pensar en ti cada día.
Sacaste la mejor versión de mí haciéndome sentir feliz, segura y tranquila, creándome un intenso deseo de vivir. Me desnudaste por primera vez en cuerpo y alma; no guardé ningún secreto, pensamiento o deseo; jamás mentí. Te lo di todo sin reserva alguna.
De pronto cambió todo. Ya no había cartas ni canciones; los mensajes ya no se escribían, los te amo no se pronunciaban más. Traté con todas mis fuerzas de mantener la situación a flote, cual barco a la deriva; dupliqué mi entusiasmo, te busque, te escribí, te llamaba en cada oportunidad; pocas veces contestabas solo para decir: “estoy ocupado; te marco más tarde”. Las llamadas nunca regresaban. Poco a poco me fuiste relegando. Decías estar muy ocupado y entonces lo entendí, no fue fácil aceptarlo, todo aquello que una vez que te entregué me dolía, me sentía rota y sin remedio.
¿Cómo fuiste capaz de hacerme esto?, ¿qué hice mal?, ¿en que fallé? Cientos de preguntas me pasaron por la mente, cada una sin respuesta, sin valor y sin sentido. Era increíble para mí la forma en que me enamoraste, la manera en que me descifraste como nadie lo había hecho; pero lo que más me sorprendió fue esa forma tan tuya de lastimarme. Fue inevitable que todo terminara, tardé demasiado en darme en cuenta y pagué las consecuencias de ser yo la única que amaba.