“Nadie te amará hasta que aprendas a amarte a ti misma” es una frase bastante fácil de decir pero difícil de escuchar cuando padeces depresión. ¿Qué pasa si nunca aprendes? ¿Qué pasa si lo que sientes no tiene nada qué ver con amarte a ti misma?
He tratado con la depresión durante todo el tiempo que puedo recordar. He estado tomando y alejándome de los medicamentos durante años. He recibido terapia, y estoy viva y bien. Sin embargo, aún puedo sentirlo, cada día: un diminuto aviso que causa un dolor emocional impresionante.
A mi depresión no le preocupa que hoy tenga una relación con un chico que me hace reír, que me dice que soy hermosa veinte veces al día y que cuida de mí porque así lo desea. Le estoy infinitamente agradecida por las noches en las que me abraza cuando lloro sin ninguna razón y porque se esfuerza en comprenderme durante mis períodos aleatorios de irritabilidad.
Intenta consolarme si repentinamente me siento incómoda al estar en público. Me llena de esperanza para el futuro, cuando me dirijo al más obscuro de los caminos. Me acaricia el cabello cuando tengo problemas para dormir y me anima a comer cuando no tengo apetito. Él cuida de mí y yo ni siquiera tengo que explicarle. Después de 9 meses de relación, constantemente pienso, sorprendida: “Wow, alguien está enamorado de mí”. Y considero que soy afortunada porque alguien me ama a pesar de mis defectos. O de ‘ese’ defecto.
Pero ese amor es al mismo tiempo aterrador, porque todos los días temo que algo más me empuje al abismo. Que una vez más esté rodando en mi cama, con los ojos llorosos, y que sin ninguna razón pueda alejarlo. Sé que a veces le resulta muy difícil, a pesar de que yo le aseguro, a través de mi salada y borrosa visión, que no es mi culpa. Ni la suya. Pero no me gusta causarle dolor.
No es fácil convencerlo, pero trato tanto como puedo, con la poca energía que tengo a veces para hacerlo. Algunas de nuestras noches terminan en un fuerte abrazo y un “lo siento” que murmuro, porque realmente estoy agradecida de que todavía esté feliz de despertar a mi lado cada mañana.
Cada día es una lucha. Estoy constantemente al borde entre preocuparme demasiado y no preocuparme en absoluto por cuando él tendrá suficiente. Es rápido recordar lo mucho que me ama, pero también rápido me invade la duda paralizante. Los dos sabemos que así es como va a ser, quizá para siempre, pero si él no ha renunciado aún, estoy segura de que no lo hará porque, es cierto, el amor es compasivo.
Nunca dejes que nadie te diga que no eres digna de ser amada si no te amas a ti misma cuando padeces depresión o cualquier otra enfermedad mental, porque no tiene nada qué ver. Nunca dejes que nadie te diga que tu condición es la razón por la que no puedes tener una relación. Nunca dejes que nadie te diga que debes sonreír más, arreglarte más, salir más… Nunca dejes que nadie te haga sentir mal por lo que no siempre puedes controlar.
Alguien va a estar enamorado de ti, independientemente de tu estado. Lo sé. Y si él se hace un ovillo a tu lado en el suelo de la habitación, llorando mientras escuchan sus canciones favoritas, entonces has encontrado al amor verdadero. Pero nunca dejes de luchar. Acepta tu depresión, pero no olvides que ella no te define.