Cuando una mujer tiene pareja, llámese novio o esposo, en secreto (aunque a veces no tanto), espera que la sorprenda con un regalo especial, como flores, chocolates o una joya. Pero muchas veces ocurre que el susodicho es de formas tan simples que no considera esos detalles como los más románticos y prefiere no complicarse, dejando a la mujer con la incertidumbre de recibir un día ese regalo.
Christine Burke tiene un blog que se llama Keeper of the Fruit Loops, en donde da cuenta de lo que sucede en su vida como esposa y madre de dos hijos, y es precisamente en uno de sus posts en donde narra su experiencia con respecto a ese regalo especial que recibió un día y que tiempo después ansiaba recibir nuevamente.
“En nuestro primer día de San Valentín juntos, mi ahora marido golpeó en la puerta de mi dormitorio de la universidad. Abrí para encontrarlo tímidamente sosteniendo un ramo de rosas. Pero las rosas en sus manos no eran las más hermosas y grandes rosas rojas; mas bien, eran diminutas, como unas rosas de té, y el ramo parecía que había sido creado por un elfo. No pude evitar quedar encantada con ese hombre que al menos trató de tener un gesto romántico conmigo, incluso si era un ramo que compró con un cupón de mitad de precio.
“Después de casarnos, esperaba con impaciencia que el romance continuara, con cupones y todo, pero las semanas se convirtieron en meses, y aparentemente, me casé con un neandertal que no podía ver el beneficio de mantener a su esposa feliz. Cuando salíamos a hacer compras y pasábamos por donde estaban las flores, yo suspiraba, deseando que algún día mi marido se diera cuenta de las indirectas y me regalara algunas.
“Un día, mientras olía un ramo de freesia, caí en cuenta que no necesitaba esperar a que mi esposo desafiado románticamente me comprara flores; yo podía comprar mis propias flores y así lo hice. Mi cocina se veía y olía maravillosa.
“Así me di cuenta que podía tener flores en mi casa por mi propia cuenta, para disfrutarlas yo y de paso, tener hasta un jardín con narcisos, tulipanes, girasoles o cualquier flor y planta de temporada, porque ese sería mi lugar feliz, mi espacio, no el de mi marido.
“Él es cariñoso, amable y se preocupa por mi de otras maneras y aunque las flores son una parte de lo que considero del amor, encontrar entradas para un espectáculo de Broadway en el fondo de mi media en Navidad o recibir un regalo que mencioné hace seis meses son tan románticos como un ramo.
“Así que elijo encontrar mi propia alegría, y al hacerlo, mi esposo y yo hemos encontrado la felicidad en nuestro matrimonio; eso no quiere decir que no tengamos romance en nuestra relación, simplemente he aceptado que mi marido no le da valor romántico a las flores y eso está bien; lo amaré a él y a sus deficiencias botánicas de todos modos, porque eso es lo que es el matrimonio: ver más allá de los defectos de su pareja y poner esfuerzo en las áreas que hacen que ambos florezcan.
“Por lo tanto, damas, cómprense las flores, los chocolates, los boletos o la joyería, sea lo que sea, y sepan que no tienen que esperar a que se los regalen para tener lo que quieren”.
Buen punto el de Christine, así que a considerar que aún con comentarios indirectos y directos, muchos hombres preferirán invitar a su amada a cenar o a escaparse para un fin de semana romántico, por encima de un ramo de flores o unos chocolates. Claro, un detalle sorpresa de vez en cuando siempre será bienvenido.