Érase una vez una chica que estaba dispuesta a confiar, a amar y a ser sincera con alguien. Pero a su vida llegó el desamor, la traición y el rechazo, hasta que terminó con el corazón marchito. Ahora ella lo protege como si no hubiera mañana, y es incapaz de mostrar cualquier emoción. Ni siquiera un hada madrina podría arreglar esto.
Fría, insensible, cansada y sola. Esta es la historia de una chica que en lugar de vivir un cuento de hadas terminó con el corazón roto. No una: demasiadas veces.
Esta chica que una vez fue capaz de expresar sus sentimientos y deseaba encontrar el amor, ahora se ha vuelto la más fría, sin ninguna intención de mostrar su corazón. Es incapaz de dejar que la gente entre en él.
Está bien teniendo un compañero ocasional, o sola. Es hermosa y luce cálida en el exterior, pero por dentro es fría, porque es lo que años de decepción han hecho con su espíritu de niña. Y tiene miedo. No hará preguntas personales por temor a que te alejes. Ha crecido acostumbrada al rechazo, así que hace todo lo posible por evitarlo.
Muchas personas creen que hacerse daño les ayudará a crecer, pero lo más probable es que resulten heridas. Quizá no sea de inmediato: resistirán, se dolerán, buscarán una y otra vez, hasta que casi sean incapaces de sentir. Y crean que no se merecen lo que tienen todo el derecho de recibir: amor.
Esa chica con el corazón hastiado es la que se ha rendido a sí misma. Que se ha cansado de mostrar simpatía y expresar sus sentimientos. Es de corazón duro porque así se hace fuerte –ser débil la hizo sufrir, aunque equivocadamente.
Ahora se conforma con el contacto físico; con una relación temporal. Es suficiente para ella, pero en secreto quiere más. Y sin embargo, su ser se opone a cada chico porque su corazón se rompió en mil pedazos. Porque muchas veces volvió a preguntarse “¿qué pasa si…?” y tomó malas decisiones que llevaron a su corazón a congelarse de nuevo.
Ella culpa a los chicos que conoce, pero la mitad del tiempo es culpa de ella. Porque antes confió en la persona incorrecta y ahora es realmente difícil que comunique sus sentimientos. Sabe que ser amigos con beneficios no se convertirá en nada más que sexo. Lo triste es que aprendió que el sexo es la única manera de no exponerse.
Sin embargo, el miedo de defender lo que realmente siente, aunque sea muy dentro en su corazón, la hace perder a las personas, y eso es lo último que ella quiere. Pero sigue siendo la chica que no espera más del momento y disfruta de la aparente ‘relación’ que tiene. Prefiere conservarla en lugar de tratar de crecer y arriesgarse a perderlo todo. Ya no.
Se ha convencido de que puede ser amada siendo fría. Y la cosa es que rara vez eso sucede. Ella piensa: ¿por qué usar la zapatilla de cristal cuando no hay un príncipe que espere que la guíe hacia ella?
Se ha repetido que confiar en las emociones es para los débiles, y después de años de repetírselo, cree en ello. Quiere a alguien a quien proteger, amar… que no tenga que dejarlo ir; pero las experiencias del pasado han demostrado que es poco probable para ella. Tiene demasiado miedo de ser vulnerable.
Su corazón helado, paralizado, es un mecanismo de protección que causa el término de muchas de sus relaciones. O no tener ninguna. Años de dolor y angustia (a menudo auto-inducidos) la hacen incapaz de compartir una conexión real.
¿Cómo volver a permitirse conocer más sobre una persona si eso hace que te enamores? Es cierto, el sexo no llena el vacío de las emociones que necesitas para obtener algo más, pero para ella tomar el siguiente paso y hacer una conexión se siente como entregarse a alguien.
No quiere sentirse rechazada de nuevo. Es similar a la sensación de estar desnuda y avergonzada. No hay nada peor para ella que dar y no recibir nada a cambio. Por eso es que, con los años, ha empujado lejos sus sentimientos y emociones, y actúa como si no le importara nada, aunque no sea verdad.
Lo hace para protegerse. Sabe que no hay un “vivieron felices por siempre” de todos modos.
La chica del corazón roto ha sido incapaz de encontrar el amor y la emoción, porque ella no quiere volver a sentir ese dolor presionando su pecho. No quiere volver a derramar más lagrimas ni tener días en los que olvida su existencia.
Le tomó tanto tiempo volver a ser fuerte e independiente (por lo menos en el exterior) que ninguna emoción resulta mejor que tener seguridad en ella misma.