La vida es cíclica: se trata de abrir y cerrar etapas; de conocer y dejar ir personas; de entrar y salir en la vida de alguien más; de aferrarte y soltar. Cuando entendemos esto, es más sencillo disfrutarla sin preocuparnos por lo que pasará mañana. Dejarnos sorprender y tomar las situaciones con valentía cuando estas se presenten, sin importar sin son buenas o son malas. En el amor, también es así.
No podemos hablar de la vida, sin hablar del amor. Yo no puedo tocar el tema del amor, sin que tu nombre esté presente. Siempre escuché hablar del destino, de cómo todo estaba escrito así desde un principio y que la vida te va llevando por diferentes caminos hasta llegar a él. Y tiene sentido: a veces, por más que nos aferremos en tomar un rumbo, las circunstancias cambian y terminas en otro lugar, supongo que es el “destino”.
Podría decirte que te he amado como a nadie, pero no me gusta mentir; incluso, sabes que antes de ti hubo personas a quienes también amé, no sé si con mas fuerza. Probablemente con el paso del tiempo pueda amarte tanto, o quizá hasta más.
Cuando nuestra historia comenzó, tú sabías que no estaba sola. Puse frente a ti señales de alerta que decidiste ignorar. El tiempo pasó y de pronto todo se salió de control. Las platicas eternas, los mensajes diarios, las noches de pasión, las aventuras cotidianas, los tragos en un bar que terminaban en mi habitación, el verte sonreír y estar a tu lado, se hicieron más frecuentes y, de pronto, se convirtieron en una necesidad.
Fui cobarde al tener que dividir mi corazón entre dos personas. Tomar una decisión no era fácil. Tenía una historia antes de ti, algo que me costó años formar; pero tú me ofrecías una paz y una seguridad que no conocía. Estabas a mi lado en los momentos difíciles. Eras esa tierra firme en medio de la tormenta, eras esa ancla que me sostenía en el mar de dudas. Sostenías mi mano y calmabas todas esas emociones que, a veces, iban más allá de lo que soy.
Tú me ofrecías algo irreal, algo que desconocía pero que sonaba tan perfecto. Me alejabas de toda la suciedad a la que me tenían acostumbrada. Me enseñabas un nuevo mundo que ni siquiera sabía que existiera. Me demostraste que hay otras maneras diferentes de hacer las cosas y que el amor y el dolor no tiene porque ir de la mano. A tu lado me sentía otra persona, me sacabas del infierno y me llevabas al cielo. Mientras mi teléfono vibraba con las llamadas de él, nosotros escribíamos una historia que superaba cualquier cuento de hadas.
Verte a los ojos, sentir tu cuerpo sobre el mío, tomar tu mano, sentir lo cálido de tus abrazos, lo dulce de tus besos, confirmaban que eras tú quien desataba todas mis pasiones; eras tú quien me empujaba a ser alguien mejor. Desde el primer momento supe que tú valías la pena.
No puedo negar que todo el tiempo que hemos pasado juntos ha sido un constante aprendizaje. Mientras intentaba desatar las cadenas que aún me unían a él y escapar de su jaula, en ti encontraba lo que nunca creí hallar en una persona. Mi vida se dividía en dos mundos, uno estaba destruyéndose poco a poco; mientras el otro se levantaba con bases solidas, difíciles de destruir. Llegaste e incendiaste todo en mí, prendiste una mecha de pasiones y sentimientos que creí que habían desparecido. Contigo volví a vibrar, me devolviste la capacidad de amar.
De pronto, entendí que las aventuras no son para mí. Yo quería algo estable, tierra firme, algo real y tú prometías todo eso que superaba mis expectativas. Sé que llegar a la relación perfecta requiere tiempo, honestidad, respeto, confianza, dedicación, y todo eso me lo ofreciste tú. Por eso decidí quedarme contigo. Tomar una decisión me dio miedo, pero ¿sabes?, jamás dude de ella, sabía que había elegido el camino correcto.
Gracias a ti hoy sé que el amor es de dos; que amar no significa sufrir; que la felicidad absoluta existe y, aunque a veces de miedo, es algo que todos merecemos vivir. Tú me abriste los ojos a una realidad que hace tiempo había decidido ignorar y desde el primer momento en que estuvimos juntos descubrí que puedo enamorarme de nuevo, sentir otra piel, otros labios, otro cuerpo, aún cuando creí que eso jamás me volvería a pasar. Hoy sé que quiero estar a tu lado, porque me rescataste cuando me perdí. Hoy sé que no quiero volver a estar sin ti.