Todos hemos crecido escuchando el clásico cuento de hadas de La Cenicienta y cómo encuentra el verdadero amor del príncipe. Desgraciadamente, los cuentos de hadas, como este y otros más, solo conducen a una equivocada interpretación del amor.
Hemos entendido al amor como la presencia física de otra persona en nuestras vidas. Nuestra generación, y por desgracia las siguientes, ha vivido lo que es tener el corazón roto a tan temprana edad, que cuando alcanzamos la madurez ya nos hemos dado por vencidos en el amor.
El significado del amor ha evolucionado durante siglos. Antes, la gente esperaba cartas de sus seres queridos, apreciaban cada momento que pasaban juntos y se esforzaban para que el amor durara para la eternidad. Pero ¿qué hacemos ahora? Pues bien, ahora queremos tener un contacto constante con nuestras parejas, conociendo todo y, por ende, también generando inseguridades basadas en experiencias pasadas; no queremos trabajar para salvar nuestras relaciones, queremos que todo sea fácil y sin esfuerzo, y sí, la intimidad física se ha puesto por encima de la vinculación emocional.
La infidelidad, la mentira y la inseguridad han arruinado todo lo que debe significar el amor. El amor se supone que es puro, incondicional y, por falta de una palabra mejor, mágico. Pero ahora solo se trata de recibir; no queremos dar aunque sea un poco más de lo que recibimos y no queremos amar incluso un poco más de la cantidad que somos amados; consideramos débiles a aquellos que se atreven a demostrar sus sentimientos, pero lo que en realidad no consideramos es que los débiles son los que no se quieren comprometer.
Nunca tendremos nuestro amor de cuento de hadas tal y como lo cuentan, pero no será imposible que encontremos el amor verdadero: en algún lugar, en algún rincón existe y todo lo que tenemos que hacer es estar abiertos recibirlo.