Amarte fue un privilegio que me diste y me llenó de satisfacción y alegría en su momento. Fue tan fuerte el sentimiento que el día en que todo terminó no supe cómo aceptarlo. Tu partida ha sido una de las pruebas más difíciles de mi vida, no podía entender cómo tanto amor pudo terminar de golpe. Mil veces desee nunca haberte conocido, nunca haber sentido tus besos o tus caricias; desee no haber creído en tus palabras ni en ese para siempre que significaba una mentira.
Ese amargo adiós marcó mi vida, sufrí como nunca creí que lo haría. No soportaba el aire que respiraba porque cada inhalación era una puñalada que me recordaba que no estabas más a mi lado. La lluvia acompañaba mis lágrimas en un acto de empatía. Y así fue pasando el tiempo, y cada mañana significaba una nueva prueba, sabiendo que ya no estarías cuando regresara a casa para platicar como antes o abrazarte hasta sentir que nos fundiríamos.
Comprendí poco a poco que el tiempo que tenemos en esta vida es corto, que no podía seguir pasando mis días anhelando un pasado que no volvería. En vano buscaba tu rostro entre la gente cuando caminaba por las calles, pero el recuerdo se desvaneció y cuando menos lo esperé me vi inmersa en mis propios pensamientos. Dedicarme a mí misma fue un acierto, decidí no conocer a nadie más, sino era a esa mujer que estaba frente a mi espejo todos los días. Decidí darme la oportunidad de escucharme y entenderme, de ver mis necesidades como algo prioritario.
Porque ahora sé que tú no eras el indicado para cumplir mis sueños, que idealicé a una persona que no existe más. Que si voy a conseguir algo es por mi cuenta, que las ilusiones son bonitas pero no son reales y que esperar algo de alguien siempre es un error. Basándome en lo que iba aprendiendo, descubrí que tengo mucho amor por dar, que estoy llena de alegría, que mis virtudes son muchas y que solo un hombre de verdad podrá apreciarlas.
Un día, sin esperarlo, después de muchos meses sin saber de ti, volviste, me dijiste que estabas arrepentido, que lo nuestro había sido lo más increíble que te había pasado y me agradeciste todo eso que habíamos logrado juntos. Dijiste que deseabas de todo corazón que te diera una nueva oportunidad para empezar de cero, para construir una relación sólida basada en el amor. Pero algo en mí había cambiado: no era que no sintiera tu arrepentimiento, tal vez era real. Era el hecho de saber que si no había funcionado la primera vez no iba a ocurrir nunca más.
Ahora estoy segura de que si un hombre me ama en verdad hará hasta lo imposible por hacerme feliz, que no debo estar rogando atención o cariño, que el amor se da cuando se siente y no es únicamente lo que te sobra. Ese cariño profundo que te tuve se había roto, y ahora solo me quedaban ganas de marcharme y emprender una nueva búsqueda. Lo lamento, pero esta vez soy yo quien se tiene que ir.
Debes comprender que nada puede ser igual, que cuando un plato se rompe las piezas nunca se pegaran de nuevo, que no importa cuántas veces pidas perdón; lo que fue ya no será. Espero que entiendas mi decisión, así como en su momento tuve que aceptar la tuya. Me voy porque quiero ser feliz y entiendo que eso que busco no está aquí ya más.