Como una mujer soltera de 22 años de edad, estoy viviendo la parte más complicada de la modernidad. Tan solo con pensar en que la respuesta que envíe en un mensaje sea la indicada o que el tipo adecuado me invite una bebida en el bar, ¡me estresa! ¡Odio el mundo moderno en el que vivo!
Tal vez sea porque dejo que acontecimientos insignificantes den vuelta en mi mente por más tiempo del necesario o porque reacciono con demasiada sensibilidad hacia las personas con las que comparto el mundo o quizás la escena moderna de citas es un asco. Probablemente sean las tres razones, pero por lo pronto veamos la tercera razón:
Vivimos en un mundo donde la gente tiene miedo de sentir algo genuino o, por lo menos, tiene miedo de mostrarlo. Cuando alguien está enojado contigo, no te llama por teléfono para platicarlo; en su lugar obtienes una respuesta agresiva pasiva a un mensaje de texto. Si te gusta alguien, no le dices cómo te sientes, actúas lo suficientemente interesada para que lo capte, pero no tan interesada como para que se asuste. Todo es un gran juego y si no entiendes las reglas, pierdes y si pierdes acabas sola y preguntándote qué hiciste mal.
Todo se hace a través de mensajes de texto. Es extraño tratar de llamar a alguien solo para tener una conversación o hacer planes, por lo que estamos obligados a esperar ansiosamente por una respuesta que podría no llegar.
No puedes asumir que algo es más que casual, pero tampoco puedes hablar de eso. Si te estás preguntando adónde va una relación, cada palabra que digas tiene que ser cuidadosamente elegida para que parezca que estarás bien con cualquier respuesta que te den.
En estos tiempos todo es más complicado: si le hablo demasiado, estoy necesitada; si ando con él para todos lados, no tengo vida propia; si le toma tres horas para responder a mi texto y mi teléfono está en mi mano cuando recibo su respuesta, tengo que esperar para contestar, para no parecer demasiado ansiosa.
¡Pero estoy decidida, no quiero ser ese tipo de chica! No quiero que nadie tenga ese poder sobre mí, nadie debería tener esa clase de poder sobre nadie. Estoy tan cansada de vivir en un mundo donde la apatía es más eficaz para conseguir la atención de alguien que la honestidad. Estoy cansada de los juegos de manipulación que hombres y mujeres jugamos en un esfuerzo por mantener el control en una relación que no se nos permite definir.
Así que aquí está mi idea: respetar a otras personas lo suficiente como para decirles la verdad; si alguien te hace feliz, díselo; si te inspira, díselo; si no estás interesada, también. No ignores a la gente hasta que desaparezca. Es hora de crecer y dejar de tener en la incertidumbre a la gente con textos sin respuesta o mensajes en códigos a través de redes sociales.