¿Cuántas veces te has dicho a ti misma que nunca más dejarás que alguien te haga daño y cuántas veces lo has permitido? El corazón es el músculo más fuerte porque tiene que soportar engaños, desilusiones, golpes y caídas, y por increíble que parezca, siempre se levanta. Lo has remendado tanto, que no sabes cómo es que sigue latiendo.
Por más que intentas convertirte en una mujer dura y te prohíbes volver a llorar por lo mismo, no puedes comprender por qué ocurre de nuevo. La respuesta es sencilla: tal vez tú no eres la culpable, quizá es la otra persona. Es alguien que no tiene la intención de cambiar o de brindarte la felicidad que te mereces.
Aunque cueste creerlo, muchas veces es mejor pasar un tiempo sola que permanecer al lado de una persona egoísta, que únicamente piensa en su bienestar y no en lo que tú necesitas. Deja de tener miedo a perder a alguien que no merece tus lágrimas. Debes comprender que nadie merece un amor tibio, porque entonces, corre el riego de enfriarse.
Si has estado al lado de una persona que no sabe lo que quiere y no ha luchado por su relación, ¿qué estás esperando para salir corriendo? ¿A que cambie, a que un día mágicamente despierte y se de cuenta de que te ha hecho mucho daño y te pida una disculpa? No te engañes, eso no va a ocurrir. Alguien que te ama en serio, jamás te hará daño.
Entiende que no puedes perder el tiempo, no esperes a ser tú la que un día despierte y se de cuenta de que se le ha escapado la vida. Es momento de tomar decisiones. La más importante, será enamorarte de ti misma, conocerte y brindarte el cariño que otros no te han dado.
Si desde un principio aceptas un amor a medias, eso es lo que vas a recibir siempre, excepto si decides cambiar. Nadie merece ese tipo de trato y menos tú que lo has dado todo sin esperar nada a cambio, pero seamos honestas, cualquiera se cansa de dar y no recibir ni un poco.
Duele, sí, pero no hay nada más importante que tú, así que es mejor que valores quién eres y lo que necesitas, toma las maletas y busca un mejor puerto en el que puedas anclar. Recuerda que si permaneces estancada, el agua se pudre; deja que todo fluya y comienza el más increíble de los viajes: el de tu propia existencia.