Hay situaciones que creí que no volverían a pasarme, porque ya sabía sobre el amor lo suficiente como para no equivocarme. Sin duda, es evidente que tengo que aprender que en esto del amor las experiencias a veces no sirven de mucho: una vuelve a caer en los mismos juegos y trampas, y lo peor de todo es que ahora me doy cuenta y me siento tonta porque se suponía que yo era la que daba los consejos para el amor, y mírame.
Hoy tengo que decirme todas esas cosas que alguna vez recomendé. Evidentemente algo se nota en mí, no puedo disimularlo y parece extraño, pero hoy más que nunca estoy rodeada de tantas personas que preguntan qué me pasa o en dónde dejé la felicidad que tenía, y me duele tener que fingir que estoy bien, que voy pasándola. Siempre lo he dicho: prefiero un dolor agudo y corto, a uno suave y largo, pero parece que no tengo forma de escoger y solo debo esperar a que llegue la hora en que todo pase y en que, tal vez, saber que lo que no me mató me hizo más fuerte.
Ya te imagino leyendo esto. No te equivoques. Cuando digo que seré fuerte me refiero a sacudirme el polvo de la caída y seguir, porque después de todo no puedo pensar en otra forma de fortaleza que no sea esa. Conforme pasa el tiempo, me doy cuenta de que es difícil vivir cuando estás atada a algo que amas con más fuerzas de las que tienen tus piernas para caminar. ¿Sabes? No voy a decir que no te amo porque no solo sería una mentira sino también una cobardía, y creo que ya mentí lo suficiente al estar contigo.
Y si vamos a dejarnos de mentiras, debo confesarte que siento que la vida se me acaba, no sé cómo acostarme sin pensar en ti ni cómo hacer para no extrañarte tanto y menos para hacerme a la idea de que necesito de alguien y ese alguien no eres tú.
Las cosas pasaron y por algo el dolor sigue aquí, pero ya tomaste tu decisión, aunque fue egoísta de tu parte porque solo pensaste en tu tranquilidad y en tus sentimientos. Ni un millón de palabras ni de lágrimas pueden hacer que vuelvas. Perdóname por amarte tanto que yo te perdonaré por lo que viví contigo.
El mundo se me escapó de las manos y mañana tengo que ir tras él; necesito hacerme cargo de mi corazón, de ese que perdió sus alas cuando las arrancaste en un descuido, que dejó de latir con sincronía en el momento en que se convulsionó con la despedida y ahora quiere devolverte algunas cosas para poder alcanzar la cordura.
Te devuelvo los pensamientos que pusiste en mi cabeza, las ilusiones de una vida juntos, las miradas furtivas y las sonrisas veladas, las ganas por encontrarnos en la noche, el encuentro que siempre soñamos, las caricias intempestivas, los celos enfermizos, las lágrimas incontrolables, la falta de aire y el dolor de este adiós.
Te regalo mi deseo de que seas feliz, mis oraciones para que otra te pueda ver como yo te conocí y amarte como te lo mereces, pero, sobre todo, te regalo recuerdos insustituibles de un nosotros que ya no tendrás.
Me quedo con la primera vez que te vi, con tus palabras que me hacían reír, con esas despedidas que duraban hasta el amanecer, con esos largos y lindos momentos que a veces me dejaban sin aire, con todo ese tiempo que ahorré para estar contigo, con las pocas historias de mi vida que no fueron de tu interés y con mi coraje, ese que ahora me ayuda a decirte adiós.