No es fácil dejar a alguien que te lleva a tu casa con todas tus cosas y de pronto te dice, “quiero que terminemos”; pero es un poco más difícil mirarlo a los ojos y decirle: “yo también”.
Mi familia y algunos de mis amigos se enterarán de lo que sucedió cuando lean esto. No quería hacer llamadas y escuchar mensajes lastimeros o la decepción en sus voces; ese no es el tipo de respuesta que estoy buscando.
Lo único que sostenía esta relación era la expectativa de que debíamos estar juntos. Una relación no se trata de eso. Ser congruente con lo que eres significa que constantemente estarás cambiando. Sólo porque vistes de cierta forma no significa que un día no puedas cambiar tu estilo y sentirte bien, lo mismo pasa con las relaciones.
Muchos amigos me han dicho: “lo siento”, y yo me pregunto: ¿por qué no “felicidades”? Estoy saliendo de una difícil situación, sí, pero ¿por qué asumir que un rompimiento es algo malo? Además, la simpatía que otorgas a una persona en estas circunstancias debería sentirse más como apoyo que como lástima. Preferiría un “estoy aquí para ti, ¿cómo te sientes?”. Después de todo nadie ha muerto; simplemente he tomado una decisión para mi vida.
Salí con mi ahora ex por tres años. Nos conocimos en la escuela y nos mudamos a la ciudad para poder seguir cada uno nuestras aspiraciones profesionales. Luego de decidir en persona que esto había terminado, dije con timidez y un poco de nostalgia: “la pasamos muy bien”. Él respondió: “tuvimos algo”.
Nuestra relación decayó más el verano pasado cuando sentí que necesitaba tiempo. Sentí que no tenía suficiente atención, respeto, la estimulación mental que necesitaba y comencé a sentirme decepcionada. Tenía apenas 24 años y me preguntaba si quizá habría tomado una decisión demasiado rápido a mis 21. Veía la gente alrededor de mí y no quería sentirme como muchos de ellos: decepcionados con su relación por el resto de sus vidas.
En lugar de decirle directamente cómo me sentía, comencé a decírselo a mis amigos. Mi novio y yo habíamos planeado un viaje al extranjero con su familia, así que decidí que sería el éxito o el fracaso. Ese tiempo terminó salvándonos. El viaje aclaró muchas cosas para mí y mis preocupaciones acerca del compromiso se fueron.
Estar con su familia nos hizo sentirnos parte de algo que algún día nos gustaría tener, todo pareció más sencillo, me veía en las fotos familiares y eso me hacía sentir bien.
Entonces tienes dos opciones: conformarte con lo que tienes por el bien del amor y de la familia o seguir creciendo a través de distintas experiencias.
Después de ese viaje me encontré pidiendo a mi novio que nos tomáramos otra fotografía porque no lucía contento a mi lado. Luego llegué a la conclusión de que la única ocasión en la que llegué a escuchar un “te amo” de su parte fue en respuesta al “te amo” que yo le decía. Cuando por fin terminamos, lo último que el dijo fue: “hazme saber si necesitas cualquier cosa”.
“Me sentí aliviada de no tener que depender de una promesa vacía nunca más”.
Se requiere el esfuerzo de dos personas para hacer que una relación funcione. Yo estaba poniendo todo y eventualmente me detuve a escucharme cómo me sentía. Me di cuenta que hacía mucho tiempo que se había ido y que tenía tiempo saliendo conmigo misma. Me preguntaba por qué seguía en esa relación si la única tratando de hacerme feliz era yo misma, ¿no sería mejor estar sola?
Nací sola, supongo.
Finalmente fui con una psicóloga, y cuando le expliqué, me dijo que más bien tenía problemas de codependencia. Tengo 25 años y esta es la relación más larga que he tenido desde la preparatoria. Creo que nunca había tenido que estar sola y me emociona, aunque también me da miedo poder hacerlo.
Por fracciones de segundo me reclamé no haber hecho algo más para salvar nuestra relación. Y luego me doy cuenta que ni siquiera lo extraño; extraño su recuerdo, pero sé que nunca volverá a ser como la primera ves que lo invité a casa.
“Ahora lo único que podría ser peor de no estar en una relación, sería estar en una relación a medias”.
Tres cosas me ayudaron a salir de esto:
La primera: muchas veces dejé de salir con mis amigos o de ir a las reuniones familiares por salir con mi novio. Ahora tengo más tiempo para estar con ellos.
Segundo: lo que crees es lo que mereces. Creo que merezco alguien que me apoye, me sorprenda y me ame por lo que soy.
La tercera: es que no necesito a alguien que me diga lo bonita que soy o cuánto me ama. Debo ser capaz de decírmelo yo misma.
No estoy hablando como una persona que ha sanado, aún tengo muchas cosas por aprender sobre cómo ser independiente. Pero al menos es un comienzo entender que estar con una persona no es necesario.
“Si eres capaz de aprender a ser tu propia compañía, nunca más tendrás que estar solo”.