Seguramente has olvidado las últimas palabras que me dijiste esa tarde cuando me rompiste las ilusiones y me pediste que termináramos nuestra relación; yo no. Aun así, puedo decirte que lo que me tocó vivir después de nuestra despedida no fue nada agradable.
Me pediste que fuera feliz, que te olvidara y encontrara a otro hombre que me diera lo que tú no podías. Al menos reconozco que tuviste el valor de decírmelo de frente, pero sin mucho remordimiento y con la convicción de que pronto estarías mejor sin mí.
Te importó muy poco lo que yo sentía o todo lo que había sacrificado para estar a tu lado y por un momento pensé que no había valido la pena. Luego de la despedida pasé horas frente a mi espejo preguntándome: ¿qué hice mal?, ¿en qué te fallé?
Pero por increíble que te parezca, decidí hacer lo que me pediste, como un favor para ti y para mí. El tiempo hizo que las heridas fueran sanando y poco a poco dejé de pensar en lo que hicimos juntos, te convertiste en un recuerdo que no me dolía más y seguí con mi vida.
Incluso fue una sorpresa para mí haber olvidado tan rápido todo lo que llegué a quererte, porque de eso estoy completamente segura: te quise como a nadie y procuré darte todo. Sin embargo, no me sentía obligada a seguir atada a una persona que no supo valorarme.
Nunca busqué un reencuentro y pasaste a ser parte del baúl de los recuerdos; tampoco me preguntaba si me quisiste o si me extrañabas, aunque me permitía de vez en cuando traerte de nuevo a mi memoria, pero ella se negaba a pensar en ti.
Un día buscaste la posibilidad de volver a reunirnos, me pediste que nos encontráramos en algún lugar y tomáramos un café para charlar sobre el pasado. La posibilidad de verte no despertó ningún interés en mí y te pedí que me dejaras en paz. Intrigado volviste a contactarme, no esperabas que alguien te hubiera olvidado de esa forma, pero así fue.
Los amores que valen la pena recordar son esos que te calan en los huesos, los que valieron la pena y lucharon incansablemente para mantenerse juntos, no los cobardes que mueren por capricho. Así que te puedo decir: muchas gracias, pero ahora estoy mejor sin ti; soy feliz, te he olvidado y encontré a alguien más.