En el mundo existen algunos hombres por los que nos sentimos atraídas pero que simplemente resultan tóxicos: nos hacen daño si están cerca, no importa si es una relación formal o un amor al que nos aferramos.
Hay algo poderosamente irresistible en ellos por la manera en que logran estar lo suficientemente cerca de nosotras, pero a la vez, fuera de nuestro alcance. Y resulta que acabamos tratando de tocar esos hilos de esperanza que deja caer frente a nosotras –intencionalmente o no– pero que escapan entre nuestros dedos.
Seguramente has caído de bruces por su causa, y no ha sido la primera vez ni tampoco la última que lo harás, porque te encanta ver su nombre aparecer en la pantalla de tu teléfono; harías cualquier cosa por verlo sonreír genuinamente; ansías que te mire cuando están a solas y, sin embargo, al mirarlo a los ojos, te das cuenta que no existe ese reflejo que esperabas.
En realidad, lo que hay es una desconexión, una sensación de distancia que te dice que él no está del todo presente, y nunca lo estará, a pesar de lo mucho que lo deseas. Puede decirte que eres hermosa, y querrás creerlo porque sus palabras llegan a una parte de ti donde sientes al mismo tiempo dolor y placer, como si lo disfrutaras. Un circulo vicioso de avanzar y retroceder, ¡y no puedes detenerte en ese afán de buscarlo porque te convences a ti misma de que existen posibilidades!
“Tal vez, esta vez será diferente”, te dices ingenuamente. Sabes que no será así, pero ese hombre te ciega. El problema de ser quien siempre resulta lastimada es que la razón pasa a ocupar el último lugar a la hora de tomar decisiones. Sabes perfectamente lo que está pasando, cuáles serán las consecuencias y por qué es malo para ti. Incluso estás consciente de que existe una gran diferencia entre ser tratada como una prioridad o ser tratada como ‘una opción’.
Por lo general, algún día tu lado racional gana, pero suele tomar bastante tiempo que esto ocurra. Tus emociones ocultan la verdad que está frente a tu cara porque sigues cediendo al deseo de rodear su cuello con tus brazos.
Supongo que esto se percibe como debilidad e inmadurez emocional, y hasta cierto punto lo es, porque aunque –al menos en teoría– se nos enseña a no conformarnos con menos de lo que merecemos, lo hacemos. ¿Acaso ceder a la tentación y renunciar a nuestro poder por alguien que no nos corresponde nos empequeñece como personas? Tal vez el ser un poco tontas, tener esperanzas, mostrarnos vulnerables y necias, todo a la vez, nos hace más humanas.
Ignorar los consejos de los amigos a propósito, conscientes del daño que sufriremos una vez que ocurra ese beso anticipado, se debe a que lo único que queremos es que el nos quiera también. Hasta a las más fuertes les sucede, porque todos tenemos sentimientos y memorias que nos rehusamos a dejar ir.
Pero, si bien es cierto que no puedes controlar cómo te sientes, tú tienes el control sobre cómo permites ser tratada. Siendo realistas, por mucho que queramos creer que la gente cambiará por nosotros, nunca lo harán. Es importante que reconozcamos y aceptemos eso. Así como que hay una cierta cantidad de cosas que puedes tolerar, y parte de la solución es comprender cuáles son tus límites y qué es lo que quieres para ti misma a final de cuentas. No es fácil cuando te descubres volviendo a los viejos patrones que ya te son familiares, pero la felicidad que deseas está únicamente en tus manos.
Algunas personas, sin importar lo mucho que te atraigan, simplemente no valen ese sacrificio.