Hace algunos días mi esposo, mi bebé y yo asistimos a una boda. Justo antes de la homilía, la panza de mi bebé hizo varios ruidos extraños y comenzó a oler mal, así que mi marido se levantó de la silla y lo llevó al baño para cambiarle el pañal. Yo me dispuse a escuchar las palabras del sacerdote, aliviada de tener un pequeño momento libre.
Una señora mayor se inclino hacia mi y me dijo:
–Eres muy afortunada, ¿sabes?
–¿Afortunada? –le contesté.
–Sí, las mujeres de hoy son muy afortunadas de tener a estos hombres perfectos. Los que les ayudan a cambiar pañales. No habría sucedido en mis tiempos, así que tienes mucha suerte.
No le dije nada y tan sólo sonreí. No puedo estar de acuerdo con ella, a pesar de que no es la única que me ha dicho que tengo ‘suerte’ de tener un marido como el mío. No creo que soy afortunada, para nada, y estas son las razones de por qué lo creo:
1. El cuidado de nuestros hijos es nuestro trabajo, no sólo mi trabajo
Ambos decidimos formar una familia. Decidimos hacer esto juntos. Criar a nuestros hijos no es un trabajo en el cual tengo suerte si me ayudas. Nosotros somos sus padres. Los dos cambiamos pañales, leemos cuentos, los llevamos al parque, les damos abrazos y besos. Eres un padre, como yo soy una madre.
2. Yo te elegí como mi marido, no fue cosa de suerte
Nadie me obligó a casarme contigo. Elegí estar contigo por ser quien eres, a pesar de tu carácter. Tome la decisión usando mi cerebro. No hay manera en la que yo hubiera elegido a un hombre que no cree en la igualdad entre hombres y mujeres y que cree que el cuidado de los niños es solamente de la mujer. No hay forma de que yo tuviera interés en un hombre que no jugara un papel desinteresado como padre.
3. Decir que tengo suerte, también sugiere que todas las mujeres debemos de soportar mucho y no tener ningún control sobre nuestra vida amorosa
¿Entonces yo soy una afortunada y ella no? ¿Conseguí un hombre bueno y las demás no? Bien, no realmente. Si hubiera esperado al marido perfecto, estaría sola o casi sola, y quizá no sería feliz. Si él no estuviera dispuesto a trabajar en equipo, probablemente yo lo abandonaría.
No se trata de suerte, y las demás mujeres no son desafortunadas. Ellas pueden elegir a un marido como yo lo he hecho.
4. No es la ‘suerte’ lo que ha cambiado la forma en la que vemos el papel de los padres en los últimos años
Se trata de un cambio social y un trabajo duro el que trajo este cambio. Son las mujeres y los hombres que hablan sobre este tema lo que lo ha provocado. Ahora vemos a los padres como algo más que un apoyo para diciplinar. No es sólo cuestión de suerte. Es que hemos tratado de desafiar las viejas ideas para vivir de manera diferente.
5. No soy yo quien tiene suerte, son mis hijos
Mis hijos no tienen el control sobre quiénes son sus padres. Ellos no tienen control sobre los dos adultos que viven en su casa y realizan todas las tareas. No pueden decir si lo que reciben es suficientemente bueno o no. Tampoco pueden decidir si no están contentos con lo que tienen y hacer algo al respecto. Son ellos quiénes son afortunados, no yo.