Dicen que casi todo lo que empieza tiene que terminar, aunque claro, hay sus excepciones. Como cuando debes terminar con alguien que no quieres dejar ir. Es muchísimo más difícil de lo que pensabas.
Romper es una porquería. Nunca pensé que pudiera doler tanto como dolió, porque cuando rompes con alguien, se supone que es porque ya no estás enamorada, ¿cierto? Pues no. No siempre.
Yo estaba saliendo con el hombre perfecto (lo llamaremos Joe). Bueno, en realidad no era perfecto, pero estaba muy, muy cerca de serlo. Era amable, dulce, divertido, totalmente encantador. En esencia, era lo que yo siempre había querido en un chico. Tenía hasta un par de pómulos increíbles. (Nunca subestimen el poder de unos pómulos marcados). Además, había un plus: ¡Nos llevábamos de maravilla! Durante los primero dos años siempre estábamos riéndonos, abrazados, improvisando actividades o estudiando juntos. La pasábamos increíble. Eso fue al principio. En mayo, cuando llegó el momento de graduarnos de la universidad, habíamos estado juntos dos años y medio. Hasta ese momento, no había encontrado nada que me molestará de su personalidad.
Yo había estado planeando nuestro futuro juntos, tanto en mi cabeza como abiertamente. Queríamos ir a Filadelfia y caminar tomados de la mano, buscar departamentos mientras hablábamos de lo bonito que sería tener uno para vivir en él nosotros. Suena ridículo, pero la verdad no se sentía así en ese momento. Supongo que era culpa del amor, ¿no? Pero cuando salimos de la universidad, vi nuestra relación desde una perspectiva completamente diferente. Me encontré a mi misma esforzándome más por tratar de conectar con él; cada vez era más difícil estar en la misma sintonía. Comencé a sentirme cansada y a ser una cínica, pero preferí pensar que sólo era una fase o algo que pasaba en cualquier relación después de graduarse.
Hasta que un día lo comprendí: No era una fase. Éramos diferentes. Siempre habíamos sido diferentes. De repente, me parecía imposible tener una conexión genuina con el mundo real. Y lógicamente, hubo un distanciamiento entre nosotros, un abismo que creció con tanta rapidez que me dio miedo de quedar atrapada en él para siempre. Yo estaba agotada de seguir intentándolo, con la esperanza de que él se diera cuenta y fuera capaz de agarrar mi mano para asegurarse de que no cayera por el borde. Pero no tenía sentido. Yo no estaba avanzando; él tampoco. La tormenta no se calmó y la brecha no se redujo. No quiero seguir en esta relación —pensé.
Mi corazón se hundió hasta mi estómago. Nunca había estado en una situación similar. Mi primera relación terminó en catástrofe. No hubo señales de aviso, simplemente explotó. A pesar de que era una situación muy triste, era muy obvio lo que tenía que suceder. Mi novio era un idiota, me trataba mal, nos separamos, me mudé, y eso fue todo. Pero esta vez era diferente. Yo todavía amaba a Joe. Me preocupaba por él, además, era uno de mis mejores amigos. Pero yo sabía que como pareja romántica ya no podíamos seguir juntos. Tenía un montón de sentimientos y pensamientos a los que no les encontraba ningún sentido en absoluto.
La parte más difícil de terminar con alguien a quien amas es primero convencerte a ti misma de que tienes que hacerlo. Claro, sabes que es la mejor decisión, pero eso no significa que será fácil. De hecho, se siente tanto dolor, en tan diferentes niveles, que no vas a saber cuál procesar primero. Te sientes como un criminal que está a punto de apuñalar a su mejor amigo después de tantos años de promesas. Sientes una soledad inmensa, porque estás perdiendo a uno de tus compañeros más cercanos; al que le enviabas mensajes de “buenos días” y “buenas noches” todos los días. Sientes angustia porque lo sigues recordando cada que escuchas una canción en la radio, o cada vez que te sientas a comer en los lugares en donde almorzaban juntos, o cuando encuentras algo que te regaló hace tiempo.
En medio de todos esos recuerdos, sigues sintiendo una gran necesidad de enviarle un mensaje de texto y contarle todo lo que está sucediendo, porque él era quien limpiaba tus lágrimas. Es como volver a vivir la ruptura una y otra vez. Todo es muy doloroso, y llega el punto en el que, además de todo lo que sientes, comienzas a dudar. ¿Cómo es posible que la decisión correcta te haga querer estar todo el día en cama con la cabeza bajo las sábanas?
Tomó tiempo, pero finalmente comprendí que es totalmente normal. A veces, la mejor decisión es la más difícil. Yo no podía ‘arreglar’ mis sentimientos. Arreglé lo que pude simplemente poniendo fin a una relación que estaba dañada. Era lo mejor para los dos, incluso cuando al principio no lo parecía. Todo lo que podía hacer era dejar que mis emociones pasaran sobre mí y entonces empezar el proceso de sanación.
Así sucedió. Día con día, me sentí mejor. Gracias a una tonelada de episodios de New Girl en Netflix (15 episodios por noche), a mis amigos y a escribir, empecé a sentirme normal otra vez.
Sé que todo el mundo dice que no es bueno tomar medidas drásticas después de una ruptura, pero yo no estoy de acuerdo. Me teñí el cabello color púrpuera y después de eso me sentí poderosa. Empecé a hacer cosas totalmente nuevas para mí y solamente para mí. Esto me recordó que alejarse de lo que nos es familiar puede ser aterrador, pero al mismo tiempo, explorar lo desconocido puede ser muy emocionante.
Después de semanas de vivir una completa tortura, terminé mi relación con Joe. Y a pesar de ser la cosa más desgarradora que he tenido que hacer, en el fondo siempre supe que era la decisión correcta. Romper con alguien a quien amas es terrible. Da un miedo tremendo pero, muchas veces, es necesario para pasar a una etapa más feliz.
Recuerda: Cuando te rompen el corazón, es fácil sentir que eres la única que ha pasado por una situación así, pero la verdad es que no estás sola. Además, eres fabulosa, y lo serás aún más cuando llegues a la cima, mucho más fuerte de lo que eras antes.
basado en el artículo de Sammy Nickalls para Hello Giggles