Estos últimos meses he tenido tiempo suficiente para reflexionar sobre lo sucedido. Ideas van y vienen en mi cabeza, pero hay otras que se han quedado fijas. Me parece increíble cómo una persona puede hacer y decir tantas cosas con tal de obtener lo que quiere, y una vez que se aburre lo abandona, exactamente como un niño abandona ese juguete que tanto quería y que un minuto más tarde ya no le interesa.
‘Niño’ es la palabra clave y quizá la razón por la que lo nuestro no funcionó, porque tal vez era nuestro momento, pero éramos un amor equivocado. “Necesito tiempo”, “estoy confundido”, “tengo miedo”, “no estoy preparado”, “primero quisiera hacer otras cosas”, “no quiero lastimarte”. Patrañas, son excusas de un niño, de un hombre que no ha podido madurar.
No me queda más que con la promesa de un amor al que no fuiste capaz de corresponder. Para mi, las cosas son simples: negras o blancas, no hay tonos grises en la vida, ni hay intermedios. Tampoco existen los medios amores, y esto es para quienes piensan que amar ‘hoy sí y mañana no’, es real.
El amor verdadero no tiene miedos ni excusas, o si las tiene, les hace frente porque sabe que luchar por lo que se quiere tiene su recompensa. Amar es subirte al barco sin saber lo que te espera; tener coraje, agallas, ser valiente, luchar cada día; es dar sin esperar, sujetar una mano y no soltarla; es ser constante aunque las circunstancias sean difíciles.
Fuiste lo contrario a lo que esperaba del amor, porque ni mis múltiples intentos por quedarme a tu lado te dieron la valentía y el coraje para aceptar lo que sentías; en lugar de eso elegiste la salida fácil: acobardarse y huir.
Te quedaste ahí, estorbando, porque te gustaba sentirte amado pero no estás dispuesto a entregarlo todo. Decidiste no quedarte, pero tampoco irte; permanecer pero no crecer; decidiste que ‘había que esperar’. ¿Qué, el momento perfecto?
Esa excusa es de cobardes que no se deciden por miedo a fracasar, y no se dan cuenta que cuando lo intentan a medias, se arriesgan a fracasar. Sigo pensando que habría valido la pena, pero no quisiste intentarlo. Que era el momento correcto, pero fuimos la pareja equivocado y por eso decido marcharme, cerrar para siempre esta puerta, porque me quiero y merezco ser feliz.
Sólo un último consejo: la próxima vez el amor toque a tu puerta, no esperes el tiempo perfecto, porque no existe. Deja entrar al amor en tu vida, no renuncies a él por cobarde. Entonces sabrás lo que es vivir.