Los finales nunca son fáciles, mucho menos cuando se trata de una relación con una persona a quien amaste con toda tu alma. El proceso de desapego de una relación amorosa es largo y doloroso, pero al final todo se logra superar, sólo hay que ser pacientes y entender que las cosas siempre pasan por algo.
Cuando te conocí jamás imaginé que algún día llegara a quererte tanto. Después, jamás me imaginé sin ti. Todo parecía perfecto. Al principio fuimos como la relación ideal, esa que superaba el romance de cualquier película, esa que todos sueñan con tener algún día. Pero un día la magia terminó y nuestra relación llegó a su fin.
Cuando nos dijimos adiós, creí que ese dolor jamás se iría; no tengo palabras para explicar todo lo que sentí en ese momento; eran como mil cuchillos clavándose en cada parte de mí. Creí que mi vida amorosa estaba destinada al fracaso y que jamás conocería a nadie que robara mi corazón de nuevo, pues sólo existías tú.
Durante los primeros días fuiste tan indiferente, tan frío, tan seco. No lograba entender como la persona que más amé podía ser tan cruel conmigo. Eras como un desconocido buscando la forma de alejarse de la peor manera posible. Hiciste hasta lo imposible por ganarte mi desprecio. Fuiste arrogante y tu ego estaba por los cielos. No te importó destrozar a la mujer que te entregó todo y te amó como nunca. Porque no lo voy a negar, te amé aún más de lo que yo quise admitir.
El tiempo, la distancia y tu manera de ser, me hicieron darme cuenta de muchas cosas que no fui capaz de ver cuando estaba enamorada. La vida tiene muchas sorpresas, a veces buenas y otras malas, pero al final son esos momentos los que hacen que valga la pena vivir. Aprendí que el dolor también se puede disfrutar y sólo así que aprendemos a valorar la felicidad y las cosas buenas.
Descubrí que las personas van y vienen y nadie es indispensable como creemos. Entendí que el amor no es seguridad; alguien puede jurarte un ‘por siempre’ un día y al otro ir de la mano de alguien más. Comprendí que las mejores cosas te toman por sorpresa, y así como nuestra ruptura me sorprendió, un día el amor tocó a mi puerta de manera repentina y me llenó de felicidad. Entonces comprendí que no valía la pena esperarte, que hacerlo era perderme la oportunidad de experimentar de nuevo la felicidad. Ya no podía permitirme seguir llorando por ti, era momento de levantarme y seguir.
Tú sigues ignorándome pero, ¿sabes?, yo ya no sufro por ti, ya ni siquiera te recuerdo. Tú no vales la pena. Afuera hay cientos de personas a quienes vale la pena entregar un poco de mi tiempo, un pedacito de mi corazón; quienes merecen estar en mi vida. Sí, estaba enamorada y de una u otra manera siempre sentiré algo especial por ti, pero entre más pasa el tiempo, más te voy sacando de mí; cada día vas desapareciendo, te voy olvidando, te voy sacando de mi vida, hasta que un día no quede huella de ti.