Me desperté hoy a las 6 de la mañana, tres horas antes de la hora en la que tengo que estar en la oficina, y a pesar de ello, llegué tarde al trabajo. Esto es bastante normal para mí. Casi siempre llego unos minutos tarde a donde sea. No quiero decir con esto que esté bien; o mal. Es sólo que así soy. Creo que el problema es que me levanto temprano pero trato de llenar el tiempo antes de salir con la mayor cantidad de actividades posibles: un ejercicio corto, desayuno, escuchar las noticias, soñar despierta mientras lucho por ponerme mis zapatos…
Luego miro el reloj y pienso: “Todavía tengo tiempo”. Una o dos tareas más tarde, sólo tengo 40 minutos para llegar al trabajo y son 45 minutos de camino.
Este ha sido el caso en cada trabajo que he tenido y es típico. También cuando se trata de reuniones sociales. Soy habitualmente impuntual, y al parecer no soy la única.
Diana DeLonzor, autora del libro “Never Be Late Again”, afirma:
Mucha gente ha llegado tarde toda su vida; a cada tipo de actividad, buena o mala. Sorprendentemente se ha hecho poca investigación sobre la tardanza, pero algunos expertos se apegan a la teoría de que ciertas personas están programadas para llegar tarde, y parte de ese problema es que puede estar profundamente grabado en los lóbulos del cerebro.
Si eres de las que llegas tarde, como yo, me compadezco de ti y del ataque de críticas que recibirás constantemente. Sé por experiencia propia que no eres una persona perezosa, improductiva o desconsiderada. Sé que no estas tratando de insultar a nadie por tu tardanza. Parece que, simplemente, es una consecuencia de nuestra psicología, nada más y nada menos.
Ahora, mientras que aquellos de nosotros que llegamos continuamente tarde debemos trabajar para superar este rasgo, tenemos algunos beneficios ocultos.
Las personas que llegan tarde no están desesperadas, están esperanzadas
Las personas que están continuamente llegando tarde, en realidad son sólo más optimistas. Creen que pueden adaptarse a las tareas en una cantidad limitada de tiempo, más que otras personas, y prosperan cuando son ‘multi-tareas’, por lo tanto, son fundamentalmente optimistas.
Si bien esto hace que sean poco realistas y malos a la hora de calcular, los investigadores han encontrado que el optimismo tiene un sinnúmero de beneficios para la salud física, reduce el estrés, disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares y fortalece el sistema inmunológico.
De hecho, la felicidad y la positividad se han relacionado con una vida más larga. Mantener una actitud positiva también es vital para lograr el éxito personal. Las investigaciones muestran que la felicidad aumenta la productividad en general; la creatividad y el trabajo en equipo en el lugar de trabajo.
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de San Diego también ha conectado la tardanza con personalidades de tipo B, que tienden a ser más relajadas y tolerantes. En otras palabras, las personas que habitualmente llegan tarde no sudan por problemas pequeños, sino que se concentran en las cosas grandes, y al parecer ven el futuro lleno de infinitas posibilidades.
El tiempo es relativo: el valor de vivir el momento
También debemos señalar que la puntualidad es un concepto relativo. El tiempo y la tardanza significan diferentes cosas en diferentes culturas y contextos.
En cierto que en la mayoría de los países el retraso se toma como un insulto o un signo de mala ética de trabajo. Cuando las personas llegan tarde se asume que sienten que su tiempo es más importante o valioso. Y muchos creen que el tiempo es dinero y el dinero es tiempo.
La noción del tiempo cambia según el país. En Alemania, la tierra de la eficiencia perpetua, la puntualidad es de la mayor importancia. Sin embargo, si llegas a España, encontrarás que el tiempo ha tomado un carácter completamente diferente. Los españoles están dirigidos por su propio reloj y son famoso por cenar a las 10 de la noche. En América Latina descubrirás que la puntualidad tiene menor importancia.
El punto aquí es que todos hacemos las cosas a nuestra manera. Es justo reconocer que la impuntualidad resulta un problema para el crecimiento económico y que los horarios son vitales para mantener la eficiencia, pero cuando nos fijamos en el hecho de que países en los que se trabajan más horas exhiben bajos niveles de productividad, este argumento se siente algo vacío y sin efecto.
Como sociedades e individuos, todos tenemos que encontrar el equilibrio saludable entre la puntualidad y la tardanza. Los horarios son importantes, pero romperlos no son el fin del mundo. Las personas con una tendencia a llegar tarde por detenerse a oler las rosas, tanto como los que tienen una propensión a la puntualidad, podrían aprender una cosa o dos de cada uno.
La vida nunca estuvo destinada para ser planeada hasta el último detalle. Estar vinculados excesivamente a un horario significa una incapacidad para disfrutar del momento.Vivir en el presente es vital para nuestra salud mental. A veces puede resultar más beneficioso ir contra la corriente por lo siguiente: No podemos pasar todo nuestro tiempo pensando en el pasado o soñando con el futuro, o terminaremos perdiendo las cosas maravillosas que ocurren a nuestro alrededor.