La sensibilidad es, tal vez, la cualidad más subestimada en todo el mundo. Casi siempre se le asocia con fragilidad y debilidad, cuando en realidad es una tremenda fortaleza. Las personas sensibles son perspicaces e inteligentes, lo suficiente como para reconocer y comprender sus propias emociones. También son lo suficientemente valientes como para exhibirlas en público.
Muchos de nosotros preferimos vivir en la negación antes de reconocer que somos vulnerables. Al mismo tiempo, nunca conquistamos nuestros más grandes temores y obstáculos internos.
Lo que el mundo necesita es más personas con un alma sensible, ya que son consientes de sí mismos y además son empáticos. Las personas con estas cualidades son líderes por naturaleza, y los buenos líderes tienen un alto grado de algo conocido como Inteligencia Emocional. Ellos se entienden a sí mismos y a los demás, lo cual es producto de su propia sensibilidad.
No puedes dirigir a otros si no te conoces a ti misma
La importancia de ser un líder consciente de sí mismo se captura a la perfección en el siguiente proverbio latino:
Es absurdo que un hombre que debe gobernar a otros, no pueda gobernarse a sí mismo.
Si no tienes una buena comprensión de tus mecanismos internos y lo que impulsa tus decisiones, entonces no estás en la mejor posición para poder guiar a otros. Encontrarte a ti misma implica llegar a un acuerdo con tus emociones y lo que ellas te dictan. Se requiere ser completamente honesta con tus sentimientos. Y se requiere de mucha sensibilidad.
Ser líder no se trata de celebrar que estás en una determinada posición o estatus, se define por la ayuda que brindas, o no, a otras personas para sentirse un poco menos perdidas en este loco viaje que llamamos vida. Pero no se puede ayudar a otros a encontrar su camino en el mundo cuando tú todavía te estás buscando a ti misma.
Los individuos con un fuerte sentido de sí mismos son más seguros, prácticos y, naturalmente, inspiran a los demás a confiar en ellos. También saben reírse de sí mismos, lo que ayuda a mantener tanto la perspectiva como la cordura.
Daniel Goleman es autor de muchos libros sobre Inteligencia Emocional y liderazgo. Su investigación ha demostrado que las personas emocionalmente inteligentes son las más adecuadas para ser líderes.
Tener conciencia de sí mismo es el primer componente de la inteligencia emocional.
Ser consciente de sí mismo significa tener un profundo conocimiento de cada una de las emociones, fortalezas, debilidades, necesidades e impulsos.
Las personas con una fuerte conciencia de sí mismos no son ni demasiado críticos ni exageradamente optimistas. Más bien, son honestos, con ellos mismos y con los demás.
Un liderazgo deficiente es consecuencia de la inseguridad, la falta de autenticidad y una mentalidad cerrada. Estas cualidades a menudo causan que las personas sean crueles con los demás. Cuando tú no te entiendes, o no te gustas a ti misma, las personas que están a tu alrededor se convierten en chivos expiatorios.
Las personas sensibles tienen una ventaja extrema en este sentido, ya que son profundamente conscientes de sus emociones y sobre todo de su identidad. Esta es precisamente la razón de porqué son muy adecuadas para el liderazgo.
No se puede dirigir sin empatía
Por un momento, piensa en los peores jefes que has tenido. Lo más probable es que fueran egoístas, terribles al momento de escuchar y profundamente inseguros. Incapaces de mostrar compasión por los demás y completamente enfrascados en sí mismos. Como consecuencia, hicieron que tu trabajo fuera miserable.
Ernest Hemingway alguna vez dijo:
Cuando la gente hable, escucha por completo. La mayoría de las personas nunca escuchan.
Los grandes líderes son muy buenos a la hora de escuchar. Lo hacen con empatía y sinceridad, además de que intentan ponerse en el lugar de la otra persona. Al mismo tiempo, construyen confianza, alivian el descontento y ayudan a encontrar soluciones a diversos problemas y quejas.
Los empleados están más felices cuando tienen jefes compasivos y empáticos. Y los empleados felices colaboran, son más productivos y creativos. En palabras más claras, el liderazgo compasivo es universalmente positivo.
Emma Seppälä, Directora de Ciencia en el Centro de la Universidad de Stanford para la Investigación y Educación en la Compasión y el Altruismo, destaca:
Los gerentes pueden negarse a la compasión por miedo a parecer débiles. Sin embargo, la historia está llena de líderes muy compasivos —la madre Teresa, Martin Luther King, por nombrar algunos.
Ellos fueron líderes tan fuertes e inspiradores que la gente dejó todo por seguirlos. En contra de lo que dice la opinión popular, los verdaderos líderes no son dominantes y firmes, sino cooperativos y emocionalmente abiertos.
El mundo sería un lugar mejor si por decisión propia las personas que tienen puestos de liderazgo fueran más sensibles, empáticos y compasivos.
El Dalai Lama ha expresado:
El amor y la compasión son necesidades, no lujos. Sin ellos, la humanidad no puede sobrevivir.
El sufrimiento humano es causado por la incapacidad para entender los puntos de vista y sentimientos de los demás. Si en verdad deseamos un progreso como especie, tenemos que abrazar nuestras propias emociones, mientras que tratamos de comprender lo que los demás sienten.
Los grandes líderes entienden que la compasión levanta el espíritu tanto de los que la dan como de quien la recibe.