Ella no es la chica que has imaginado una y otra vez. No es la chica de las películas o de las canciones de amor que sólo tiene que tomar una oportunidad. Ella no es nada como lo que probablemente has idealizado. No es una imagen poética.
“La chica que tiene miedo del amor, miedo de los sentimientos, miedo de su propio corazón.” Eso es, así de simple. Ella tiene miedo de ser herida. Está asustada. Teme a la posibilidad de que no pueda confiar en él y más aún, no puede confiar en sí misma, en sus sentimientos, sus instintos, sus deseos, su corazón.
Puede parecer que hay dos tipos de personas en este mundo: los que se guían con el corazón y aquellos que lo hacen con la cabeza. Hay los pensadores y los soñadores, los espectadores y los saltadores. Pero en este mundo no tan simple, una chica que tiene miedo de su propio corazón probablemente batallará para dejarse guiar por él y esperará a que su mente tome las decisiones, acertadas o no.
Una chica que tiene miedo de su propio corazón se ha entrenado para ser de esa manera, para ser capaz de sobrevivir. Tal vez lo ha entregado a la gente equivocada una y otra vez y está cansada de buscar aguja e hilo para coserlo de nuevo. Tal vez su corazón ya tiene cicatrices permanentes y tan profundas, que sólo puede ser resanado y no recuperará su estado original.
Una chica con miedo a su corazón no quiere escucharlo, no está segura de lo que pueda decir o hacer cuando él le diga que confíe. ¿Qué sucederá cuando ella recuerde que está ahí y que le deje dar un paso, por pequeño que parezca? Ella no sólo va a abrirse a la persona adecuada o despertarse una mañana y sentir que está curada (aunque realmente nunca estuvo enferma); va a confiar en su mente, en su entraña, en su alma y en su corazón.
Seguirá siendo complicada, cautelosa. Pero habrá sido una gran experiencia el aprender a no tener miedo a su corazón. No importa cuánto tiempo le tome o cuánto tiemblen sus manos mientras se diga en silencio: “Espero que esto sea lo correcto”. Ella sólo necesita el tiempo suficiente para saber que está bien tener miedo y aún así, dar el salto.