Conforme crecemos, descubrimos que la amistad es una de las bendiciones más grandes que la vida nos otorga, pero también aprendemos a observar con una lupa distinta, y preferimos quedarnos sólo con las personas que valen la pena y nos aprecian sinceramente aunque las contemos con una sola mano.
Con el tiempo descubrimos que aquella persona que creímos muy cercana nos traiciona, o de buenas a primeras hay relaciones que se resquebrajan por los celos o la envidia. Hemos adquirido la capacidad de discernir entre aquellas amistades que están ahí siempre y las que sólo permanecen por conveniencia; nos hemos vuelto más selectivos y nuestro grupo de verdaderos amigos termina por reducirse de manera drástica.
Compartimos las alegrías
Los amigos verdaderos son los primeros en celebrar nuestros triunfos, y también acompañarnos en nuestras penas.
No nos interesa tener muchos amigos, sino sólo los mejores
En este punto de nuestras vidas hemos aprendido que la amistad es algo demasiado importante como para abrirle la puerta a cualquier persona, así que seleccionamos entre aquellos que pueden ser confiables y brindarnos cariño y los que no; mientras que a los 15 o 20 años lo único que nos interesaba era conocer gente nueva y experimentar.
Amistades cálidas, puras y sinceras
Eso es lo que buscamos en na amistad. Ya no importa tanto estar pegados todo el día porque en ocasiones deseamos experimentar esa sensación de estar solos pero sentirnos acompañados; buscamos personas que nos aporten bienestar, estabilidad y cosas positivas a nuestra vida.
Somos más inflexibles
No podemos negarlo. A estas alturas del partido reflexionamos sobre las personas que deben estar a nuestro lado, sabemos lo que duele perder a alguien a quien considerabas tu amigo, así que somos más cuidadosos con nuestro corazón. No resulta tan fácil como cuando éramos pequeños y peleábamos por un juguete, para dos minutos después abrazarnos como si nada hubiera pasado.
Establecemos prioridades
‘Para todo hay tiempo’ decía mi madre, ¡y cuanta razón tenía! Cada etapa de nuestra vida es distinta y así como en la adolescencia reinaba la confusión en las relaciones o en la juventud fuimos dejando de lado las fiestas alocadas, en esta etapa nos gusta sentirnos cómodos y tranquilos, estar a lado de personas que estimulen nuestra mente y nuestro mundo.
Preferimos sentir que aparentar
Ha quedado atrás esa idea de ver lo que dirán los demás porque me junto con éste o con aquél; elegimos a las personas que nos dicen la verdad aunque duela, que están a nuestro lado y que son capaces de expresar todo con una mirada.
Amigos que son casi hermanos
Con el tiempo, estas amistades se convierten en hermandades. Establecemos lazos profundos y duraderos, lejos del egoísmo, la hipocresía y las inquietudes enmascaradas; son ese motor que alimenta nuestro espíritu y el copiloto que nos guía por el camino correcto cuando algo nos ciega.
¡Gracias amigos!
Gracias a todas esas personas que tenemos a nuestro lado, por dar lo mejor de sí y llenar nuestro espíritu de gozo.